jueves, 26 de junio de 2014

Crónica de mi primer brevet de 600 km

He terminado mi primer brevet de 600 km organizado por el club ciclista Pueblo Nuevo. Ha sido una experiencia dura en general, pero no he llegado muy asfixiado. Todavía tenía fuerzas para quedarme en el bar del polideportivos con gente de brevet tomando cafés y cervezas.

Empezamos a rodas a las 20 horas del viernes. Con un viento a favor, que nos llevó rápidamente a Jadraque, el primer control. Hice una parada muy breve y salí solo dirección Atienza (hasta aquí iba más o menos con todo el mundo). En Atienza lo mismo, unos minutos de descanso y seguí. En este momento me junté con Cesar, por no ir solo por la noche. 

La noche la pasé muy bien. Apenas tenía sueño y por primera vez disfruté de circular por la noche.

Llegamos a muy buen ritmo hasta Quintanar de la Sierra, km 245, el segundo control del brevet. Ya era de día. Había ya un bar abierto (a pesar de la hora, las 7 de la mañana), donde sellamos. Como anécdota, algunos sellaron en la gasolinera (para no subir al pueblo) y en el sello ponía Alcobendas, donde estaba registrada la empresa.

De Quintanar hasta Tera (km 310) fue para mi la parte más espectacular de la ruta. Pasamos por Sierra de Urbión (más bien por el sur de su cordillera). El terreno es muy frondoso y reverdecido. La carretera pasa entre pinares y pastos verdes, en parte siguiendo el Duero y rodeando el embalse de Cuerda de Pozo. Había bastante llaneo, pero también algún puertecillo, para cambiar de valle. Me quedé encantado con la zona.

Desde Tera hasta Gómara (km 360) kilómetros tranquilos. Perfíl bastante llano, calor.

En Gómara comí del menú. En el brevet de 400 comer de caliente me resucitó y quería hacer lo mismo en este brevet, aunque tuviera que dedicar más tiempo.

Partiendo de Gómara empezó el calvario. El viento se volvió en contra y además soplaba muy fuerte (diría que fueron las rachas más fuertes en los brevets de esta temporada). Iba solo y muy, muy despacio. Estaba agotado. Para subir cualquier cuesta tenía que poner el plato pequeño y el piñón de 28 (combinación reservada para los puertos). El camino se me hacía eterno e interminable. Me llegaron las dudas de si iba a ser capaz de terminar el brevet.

De alguna manera me arrastré hasta Sigüenza (km 454), donde tenía reservado el alojamiento. Llegué a las 20 y según mi planificación pude dormir hasta la 1:30 (lo que cumplí a rajatabla :)).

La segunda jornada comenzó a las dos de la noche. Nunca pensé que cinco horas de sueño podían renovar tanto el estado físico y anímico. El viento se calmó. Con las fuerzas recuperadas llegué a Masegoso (km 491), donde dormían los de Pueblo Nuevo. 

Desde allí fue todo muy fácil. El valle de Tajuña lo hice volando, debido al frío que hacía, así entraba en calor. Con la luz de día y los primeros rayos de sol subí a Pozo. Eran las siete y pico. Me sobraba tiempo, así que desayuné tranquilamente en Anchuelo.

Bajando desde Gurugú me alcanzaron los de Pueblo Nuevo. Con ellos fuí hasta Algete, donde llegamos sobre las 9:45. Todavía nos quedamos en el bar del polideportivo tomando cafés y cervezas y comentando las jugadas del fin de semana.

Cosas varias

  • Gracias a Juan y Javier por sus artículos sobre que llevar en un brevet largo. Me vinieron de perlas.
  • Ropa. A pesar de llevar mi chubasquero de toda la vida y leer las previsiones de tiempo, hay que tener en cuenta el factor Tajuña. Lo de frío en Soria tontería, allí la noche me parecía calurosa. Pero entre Masegoso y Pozo pasé mucho frío.
    Lo de llevar una muda de ropa limpia creo que no tiene importancia para mi. Con el culot y mallot sucio iba igual de bien (soy un guarrete, jajajaja).
  • Planificación. +1000 para mi mismo. Hasta ahora no me había hecho falta. Hasta el brevet de 400 era suficiente para mi tirar pa'lante sin exagerar. En este brevet añadí a la hoja de ruta los tiempos de paso asumiendo una media de 19 km/h. La media incluía las paradas. Llegaba a los sitios antes del tiempo previsto, acumulando tiempo-capital para descansos más largos e sucesos imprevistos. Me lo gasté en un buen desayuno en Quintanar, la comida en Gómara y el paso de tortuga entre Gómara y Sigüenza.
  • Comida. En ningún brevet comí tan mal. Tortilla seca, bollería del día anterior. Mala pata con los bares (aunque tampoco podía elegir mucho).

    Acerté con la comida que llevaba (3 bocadillos gordos de pan casero de centeno). Me los guardaba para la noches.
  • Mecánica. Todos los problemas mecánicos se van a exagerar durante la marcha. Sospechaba que el piñón libre estaba roto, pero no estaba seguro y quería que el problema se "definiera". Se definió en los últimos 100 kilómetros; a veces tuve que girar las bielas 2-3 veces hasta que la rueda cogiera pulso. Por suerte el piñón aguantó hasta el final.
  • Equipamiento. El consejo de llevar una luz adicional es muy importante. Llevaba un foco de pilas y una frontal. La frontal utilizaba en las paradas y en un momento puntual cuando se me acabaron las pilas en el foco. Encendí la frontal y seguía, sin que tuviera que pararme.

    Tuve problemas con el GPS. Del que me fío totalmente y apenas miro los mapas. En el tramo soriano (nuevo para mi), el GPS empezó a apagarse. Encendido, aguantaba unos segundos y otra vez pantalla negra. Lo que hice fue desactivar la grabación del track y ayudó: el cacharro funcionó hasta el final.
    Para el próximo brevet, prepararé mapas en papel, utilizando mi sistema de hojas - fascículos. Tengo un atlas de carreteras viejo y arranco las hojas que necesito. Marco la ruta con un lápiz o un rotulador-marcador. Un atlas viejo se puede adquirir por unos 3-5 euros en las librerías con saldos.

    Brevet 400 km - Yepes



    Viernes 13 de Junio de 2014, 22 h. A esa hora teníamos una cita en la Plaza Mayor de Yepes, de donde partiría esta brevet, para mí inédita. Hace sólo unas semanas había venido al mismo sitio para realizar la de 300 km, que había recorrido el Oeste de la región, rodeando el parque nacional de Cabañeros. En esta ocasión tomaríamos rumbo al Este, camino de Cuenca, para girar después hacia el norte, hacia el valle del Tajuña en la provincia de Guadalajara, cruzando un trozo de Madrid para volver de nuevo a Yepes, en la provincia de Toledo.

    La distancia de 400 km, según algunos, es la más dura de la larga distancia, porque se suele hacer sin parada para dormir. Hay quien prefiere empezar temprano, mientras que a otros les gusta más salir por la noche y avanzar el camino con el frescor de la madrugada. Yo todavía no tengo claro cuál de las dos alternativas es mejor.

    Nos dimos cita apenas una quincena de ciclistas, y aunque no lo comentamos a la salida, todos teníamos claro que convenía rodar agrupados, al menos durante la noche, y después del desayuno cada uno cogería su tren. El Pakefte estuvo representado por Agustín y un servidor, José, y decidimos que intentaríamos hacerla juntos aunque pensábamos dejar que el grupo se marchara por delante al amanecer.

    El plan se cumplió bastante a rajatabla. Sellamos en Tarancón después de la medianoche, en un bar de copas donde los clientes habían estado viendo el partido de fútbol de la selección española, primera debacle del campeonato del mundo. El ambiente era de tristeza y desolación. Al vernos llegar vestidos de ciclistas, con luces y reflectantes, causamos sensación entre la clientela. Algunos se quedaron bastante sorprendidos al conocer nuestros planes.

    La ruta nocturna continuó bajo una luna preciosa y un viento en contra que se fue incrementando a medida que nos acercábamos a Cuenca, al paso por el alto de Cabrejas. Llegamos a Cuenca a una hora en que todo estaba cerrado.


    La subida de vuelta al alto de Cabrejas fue un suplicio para mí. Me empecé a sentir justo de fuerzas, destemplado por el frío del amanecer, y me quedé el último. La parada técnica para abrigarme en el alto me dejó definitivamente rezagado. Agustín se quedó conmigo en el descenso, y unos kilómetros más tarde alcanzamos a Ivan, el ciclista de Azuqueca. Así formamos un terceto bastante bien avenido. Redujimos un poco nuestra velocidad de crucero para ir haciendo acopio de fuerzas, consensuando la renuncia a alcanzar al grupo delantero hasta Meta.

    Sin embargo, al llegar a Huete encontramos de nuevo al grupo, parado en la carretera de entrada, porque la mayoría quería desayunar pero no parecía que hubiera ningún sitio abierto. Eran las 7 de la mañana. Nos dijeron que dos de los ciclistas, que eran los que más habían ido tirando del grupo, se habían ido por delante, por lo que se tomarían el resto de la ruta más tranquilos. Estábamos más o menos a mitad de camino. Nosotros les dijimos que, aun así, preferíamos ir tranquilamente por detrás. Fueron a desayunar al centro del pueblo, pero nosotros tres nos quedamos en una cafetería de las afueras. Hicimos una parada bastante larga y relajada, ya convencidos de que iríamos a nuestro ritmo. 

    El desayuno me sentó muy bien. El sueño, que me había castigado en los kilómetros previos, desapareció por completo, y las fuerzas regresaron a mis piernas. Con energías renovadas, Iván, Agustín y yo emprendimos camino hacia el norte. En ese momento no sabíamos dónde estaba el resto de la grupeta, pero unos 20 kilómetros más tarde, lo que quedaba de ella apareció por detrás y nos alcanzó. De nuevo éramos una decena de ciclistas pedaleando juntos, camino de Pastrana. Habían tenido mala suerte con el desayuno. A diferencia de nuestra cafetería, donde nosotros habíamos tomado unas ricas tostadas, la del centro del pueblo sólo tenía bollería industrial bastante pobre. En Pastrana paramos para hacer un segundo desayuno y realizar típicas actividades logísticas, quitarnos ropa de abrigo, etc... En mi caso, me cambié camiseta y maillot por sendas prendas secas, con lo cual me sentí verdaderamente renovado. Agustín también aprovechó para regenerarse echándose una buena siesta en la acera.

    El terreno restante era más complicado de lo que cualquiera puede pensar, a lo que contribuían los más de 250 kilómetros que llevábamos en las piernas. Sin embargo, me sentí bien en la subida desde Pastrana. Después bajamos al valle del Tajuña, tan conocido por las brevets que organiza el club Pueblo Nuevo, y nos encontramos con uno de los platos fuertes del día, las inacabables rampas de subida hacia Horche, para mí inéditas. Un sol de justicia nos recibió en Horche a la hora del aperitivo. La plaza estaba llena de gente y nos costó encontrar un sitio donde sellar, porque no todos los establecimientos tenían sello, y los que lo tenían, no especificaba el nombre del pueblo.

    Decidimos seguir hasta Tielmes, donde reservamos en el restaurante de la piscina municipal, para hacer una comida y descanso más largos. Los 40 kilómetros desde Pozo de Guadalajara a Tielmes se hicieron monótonos, en silencio. Todos estábamos deseando llegar a la comida. El calor era asfixiante, y como íbamos bien de tiempo, algunos decidieron dormir un rato. Estuvimos parados unas dos horas. Nos daba pereza volver a salir a pedalear al sol, pero finalmente sacamos fuerzas de flaqueza para afrontar los últimos 50 kilómetros de ruta. En las subidas de Valdelaguna y Aranjuez  el grupo iba completamente disperso, a lo que contribuyó aún más el postrero pinchazo de Agus en las últimas cuestas antes de alcanzar el altiplano de Yepes. No se sabe como, el bueno de Agustín se empeñó en llegar el último, y casi lo habría conseguido si no fuera por el esprint inverso que hicimos a la entrada de Yepes, en el que yo conseguí entrar por detrás, cerrando el grupo y dando por finalizada esta brevet casi a las 20 h, después de 17 horas y media de pedaleo efectivo.

    Muy bonita brevet, en la que hemos recorrido cinco provincias y llegado a las estribaciones del Sistema Ibérico, pasando de un valle a otro por las cuencas de los ríos Guadiana, Júcar y Tajo.



    lunes, 2 de junio de 2014

    Crónica de la Brevet de 300 km - Algete - 31 de Mayo de 2014

    Esta es la videocrónica de mi Brevet de 300 km del pasado sábado:




    Se lo debía hace tiempo al bueno de José María Benayas, uno de los históricos del ciclismo de ultrafondo en España, que siempre hace gala de su pueblo y organiza una serie de brevets saliendo desde allí para recorrer diversos parajes de la no tan conocida "llanura(?)" manchega.

    Así que nos presentamos en el Bar Sol a las 6:30 h. de la mañana mi compañero Buje y yo mismo, incluso antes de que llegara el propio Benayas. Ambiente familiar y acogedor, sin ningún tipo de presión para afrontar una brevet en la que el principal problema podía estar en la previsión de viento del noreste, que nos haría mucho daño en el tramo de vuelta.





    Un minuto de silencio en la plaza de Yepes para recordar a Arcadio Díaz, ciclista cuya memoria da nombre a esta brevet, pequeño aplauso de guantes sordos y se da la salida oficial. Comenzamos a rodar en un grupo bastante compacto, en posiciones intermedias, formado por unos 12 ciclistas. Algunos salieron más rápido y otros se quedaron en un grupo más tranquilo, un poco por detrás.





    Los kilómetros pasaron volando, nunca mejor dicho, a una velocidad superior a los 31 km/h de media durante el primer tercio de la ruta, empujados por el viento a favor. Así llegamos, casi sin darnos cuenta, a las estribaciones del Parque Nacional de Cabañeros. Tráfico muy tranquilo y buen tiempo, aunque algo frío porque el viento era de componente norte-noreste. 




    Tras una pequeña subida, nos dejamos caer al interior del Parque Nacional y llegamos a Horcajo de los Montes, con dos horas de adelanto sobre el horario -bastante conservador- que Buje y yo nos habíamos marcado. Yo estaba muy contento de circular con ese grupo, porque la compañía de una rueda buena siempre es de gran ayuda, y ese era el caso. 

    Buje tenía sus dudas, pero aceptó seguir con el grupo, al menos hasta la hora de la comida. Una vez en la cara Sur del Parque Nacional, comenzábamos a tomar dirección Noreste, y ahora empezábamos a darnos cuenta de que, efectivamente, hacía bastante viento. Pero todavía estábamos por encima de los 30 km/h de media.

    Llegamos a comer a Pueblonuevo del Bullaque con casi tres horas de adelanto sobre nuestro horario previsto, por lo que decidimos parar tranquilamente y tomarnos con calma el resto de la ruta. 

    En ese punto afrontaríamos los dos puertos de la jornada, la cuesta de la Toledana y el Comendador, bajando al valle de los Cortijos entre ambos puertos. A la salida de Los Cortijos nos separamos del grupo para ir un poco más tranquilos, y en ese momento hizo acto de presencia la mala suerte. 

    Se me rompió un radio de la rueda trasera, que se quedó completamente descentrada, rozando con el puente de freno e incluso la cubierta rozaba con la vaina lateral del cuadro. Buje me ayudó a conseguir que la rueda pudiera rodar un poco, aunque para ello tuve que desconectar completamente el freno. Esto me obligó a tomarme el resto de la ruta con demasiadas precauciones, pero lo peor estaba hecho. El viento en contra haría de freno a partir de ese punto.

    Los últimos 80 km discurrieron sin mayor novedad. Las precauciones fueron dando paso a la tranquilidad de que parecía que podría acabar la ruta, y aunque el viento seguía soplando, la gran ventaja acumulada que llevábamos nos permitió terminar con luz diurna (aunque numerosos relámpagos nos rodeaban en diversos puntos del horizonte). Nos libramos de la tormenta y llegamos sanos y salvos a Yepes, con una velocidad media de 26 km/h, menos de 12 horas pedaleando y menos de 2 horas de paradas totales. Una brevet de libro, incluso superando la avería mecánica. Más no se puede pedir.