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El equipo del Pakefte |
La LEL consiste en hacer aproximadamente 1.450 kilómetros en
bicicleta en menos de 116 horas, saliendo de Loughton (cerca de Londres), yendo
hasta Edimburgo (en Escocia), y volviendo de nuevo a Loughton. Unos 300
kilómetros de media por día, lo que deja unas muy limitadas opciones de sueño y
descanso por el camino, que hay que saber administrar.
Mi planificación era la que nos había propuesto de base nuestro compañero Javier Arias, hacer la ruta con mis cinco compañeros
del Pakefte (Agustín, Antonio, David, Jaime y el propio Javier), parando a dormir en
Louth y Brampton, tanto a la ida como a la vuelta. En esas dos localidades teníamos
unas bolsas personales que habíamos entregado previamente a la organización,
con ropa limpia, productos de higiene y algo de comida. La verdad es que la
organización en general funcionó de maravilla, todo un ejemplo a seguir en
otras pruebas de este tipo.
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Mis bolsas antes de salir hacia su destino |
Los 1.500 ciclistas de todo el mundo inscritos salíamos en grupos
de unos 50 cada quince minutos. A nosotros nos tocaba salir a las 10,45 de la
mañana del día 30 de julio de 2017.
PRIMER DIA: LOUGHTON-LOUTH (Good vibrations)
A los 15 metros de la salida mi GPS decide, muy
inoportunamente, dejar de funcionar. Más tarde, durante una parada, probando y trasteando veo que lo
que falla es el E-werk (el transformador) o la batería, porque la dinamo del buje sí que
funciona proporcionando energía a las luces y el GPS funciona usando pilas.
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Comiendo algo antes de salir de Loughton |
El primer día hacemos 245 kilómetros. Llevamos un buen ritmo
de origen, acompañados de un suave viento favorable del suroeste. El ambiente
es bueno. Yo lo paso genial con las bromas, los comentarios, las anécdotas y
los chascarrillos con mis compañeros. Sin duda lo mejor de toda la ruta. No
encontramos casi nunca grupos que lleven un ritmo adecuado al diverso potencial
de los seis integrantes de nuestro grupo. O son demasiado lentos para unos o
demasiado rápidos para otros. Por lo tanto, casi siempre vamos liderando este pelotón, que a su vez lo encabeza nuestro compañero Javier,
al que se suelen unir otros ciclistas.
A partir de St. Ives incluso hacemos relevos en paralelo,
rotando en el sentido contrario a las agujas del reloj. La sensación que tengo
yo de esos relevos es que íbamos más rápido con menos esfuerzo.
Sí que hay un tramo en los canales (el tramo más llano de la ruta) que
seguimos a un grupo de vascos que llevan un ritmo muy bueno y constante.
Javier ya comienza a dar señales de su fuerza y generosidad, poniéndose
delante también en este grupo.
La tónica meteorológica, que se mantendría también en el
resto de días, es de llover de forma intermitente, sobre todo por la tarde y la
noche. Generalmente son chubascos cortos que mojan algo, pero te secas al rato.
Si bien en la totalidad de la ruta hubo algunas excepciones, con lluvias más
fuertes que me dejaron totalmente calado y húmedo.
En cada control había abundante comida (excepto en algún
caso de aglomeraciones puntuales de ciclistas) y era posible comer vegetariano,
vegano o celiaco. ¡Bravo por la organización!. El mejor control para veganos
fue sin duda Spalding, con comida rica, variada y sabrosa, umm.
Hay que decir también que la calidad de las carreteras no era, por norma general, muy buena. Las carreteras secundarias en el Reino Unido no tienen arcén y son de una calidad regular tirando a mala. Es peor que las que recuerdo en la París-Brest-París, y desde luego mucho peor que las, mayoritariamente, buenas carreteras secundarias que tenemos en España.
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Aspecto de uno de los dormitorios |
En Louth, kilómetro 245 y donde vamos a dormir, llegamos con algo de retraso sobre la hora que nos habíamos propuesto. Hay una aglomeración de ciclistas bastante grande y problemas para conseguir algo de cena. Aun así al menos nos asignan una colchoneta donde dormir en un pabellón, junto a aproximadamente
otros 50 ciclistas. A decir verdad, yo no tengo sueño, me siento muy activado y
capaz de continuar. Tampoco he llegado especialmente cansado. Pero es el plan
que nos habíamos propuesto, así que me acuesto, aunque con la mala suerte de
que me toca al lado un roncador nato. Es un señor que ronca muy fuerte. Y
cuando se despierta por sus propios ronquidos, entonces se dedica a tirarse
unos pedos muy sonoros, algo muy habitual entre los ciclistas que no hacen
buenas digestiones o que comen demasiada “comida ciclista” (barritas, geles, etc.) durante la ruta. Las
tres horas y media que, supuestamente, debería haber dormido no consigo pegar
ojo, así que me relajo e intento, al menos, que el cuerpo descanse, para lo que
le viene después.
SEGUNDO DÍA: LOUTH-BRAMPTON (I go
to sleep)
Salimos a las 4,30 de la mañana, la hora prevista. Salgo muy
entonado durante las primeras horas de la mañana.
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Humber Bridge |
Paro a comprar unas pilas para alimentar al GPS. Luego varios
tenemos que orinar. Después paramos para hacer fotos en el impresionante Humber
Bridge, en una ría que desemboca al mar. La verdad es que son paradas cortas, pero Javier, que está haciendo las veces de director deportivo del grupo (y bastante bien, por cierto), nos advierte que hemos hecho seis paradas en los últimos
60 kilómetros, y que son muchas. Consciente de ello, y debido a mi continua necesidad de orinar por
la cistitis glandular, lo que hago para no hacer perder tiempo a mis compañeros
es adelantarme unos metros pedaleando más rápido, parar a orinar (me pasan
mientras estoy orinando) y luego esprintar para cogerles de nuevo. No me
resulta demasiado cansado. El entrenamiento de este año ha incluido ese tipo de
aceleraciones para no perder a los grupos, y me está siendo útil en estas
situaciones.
Salimos de Pocklinton con media hora de retraso sobre el
horario que teníamos previsto.
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Howard Palace |
Pasamos los bonitos entornos de Howard Palace, que nos
regala unas subidas cortas aunque bruscas, con mucho desnivel. Matadoras.
Antes de Thirsk me empieza a entrar un bajón. No es
cansancio, no es un bajón físico, es sueño. El cuerpo se relaja y no quiere
pedalear, está dando la orden de parar porque quiere dormir, pero yo no le
dejo. Se me empiezan a cerrar los ojos. Les pido a los compañeros que paremos
un momento para comer algo rápido y tomarme algo que me espabile. Pero continúo
y no lo remedia. Los compañeros se preocupan por mí, especialmente Agustín, que
me llega incluso a empujar en un momento dado (gracias Agus). Le explico que no
es cuestión de piernas, que es sueño. Unos kilómetros antes de Thirsk Agustín
tira un poco más fuerte, imagino que para llegar antes a este control para
estar un rato más con su mujer y sus hijas que están de voluntarias en la
prueba. Me voy con él, a ver si metiendo un poco más de intensidad me activo y
se me pasa el sueño, como así ocurre. Empiezo a recobrar mis sensaciones al ir
más rápido.
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Agustín y sus hijas |
A la entrada del control están las dos hijas de Agus
indicando a los ciclistas por donde entrar a las instalaciones. Es un momento
muy especial. Agustín abraza a sus hijas y se emociona. Yo también de verle
así. Luego vemos a Gloria, su mujer, es una alegría verla después de tanto
tiempo. Ejemplar la generosidad de las tres, como voluntarias durante todos
esos días, con lo duro que debe ser también.
De Thirsk salimos con una hora y media de retraso. Me
empiezo a preocupar.
En la salida de Thirsk nos confundimos y hacemos unos
kilómetros por una carretera equivocada, por lo que tenemos que volver. Esto
acumula más retraso. Al regresar a la ruta correcta nos encontramos con Andrés
y Susana, de Ciclowork, junto a Andrey, de Chamartín, unos buenos amigos que
han salido unas horas más tarde que nosotros de Londres. Susana se queda separada
de los otros dos en un semáforo y al abrirse me pongo a tirar para reintegrarla
con sus compañeros y, de paso, tirar también de los míos. Cuando cogemos a
Andrés miro para atrás y sólo veo a Susana detrás de mí. Los demás no aparecen.
Sigo con ellos un rato, esperando ver llegar a mis compañeros, pero nada. En
ese momento tengo que tomar una decisión. Voy con retraso, sin haber dormido la
primera noche. No me puedo permitir no dormir la segunda noche o dormir poco,
porque eso supondría mi abandono seguro al día siguiente. Sé que no puedo
aguantar dos noches sin dormir nada y luego hacerme trescientos y pico
kilómetros pedaleando. Por lo tanto hago equipo con Andrés, Susana y Andrey,
que van a un ritmo más intenso. Tenía miedo que al salir de comer en Thirsk me
diera un bajón más fuerte de sueño, pero al ir a un ritmo más vivo que el que
llevaba anteriormente, me activo y el sueño desaparece.
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Con mi maillot del Pakefte y mi cullotte de
la Unión Deportiva Vegetariana |
Con energía y ganas llego a Barnard Castle. El comedor del
colegio, donde se realiza el control, parece sacado de una escena de Harry
Potter, con los techos altos y las paredes decoradas de madera.
Confío en que los compañeros del Pakefte lleguen
inmediatamente después de mí, para volver a salir juntos, pero no es así.
Cuando ya voy a hacer el check-out (el sellado de salida del control para
continuar la ruta), tras 30 minutos de estancia, llegan ellos y les explico la
situación, que entienden, así que sigo hacia delante, con la idea de que al día
siguiente podamos salir nuevamente todos juntos desde Brampton a las 4,30 de la
mañana, eso sí, habiendo dormido un tiempo razonable y recuperándome algo de la
insomne noche anterior.
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Ciclista subiendo Yad Moss.
(Foto tomada del FB de la LEL) |
Se inicia una larga subida a Yad Moss, que al principio va resguardada
de forma intermitente, pero avanzada esta subida me encuentro totalmente
expuesto a un viento lateral bastante molesto, que castiga mucho la ascensión.
Además a ratos llueve. Aun así disfruto algo de las popularmente conocidas vistas.
Al principio hago equipo con dos chavales de Hong Kong con
los que voy pasando relevos de forma muy ordenada. Más adelante nos pasa como
una exhalación un Kingston Wheeler (el equipo de mi amigo Javier), al que persigo
y le pregunto que si conoce a Javier. No sólo le conoce sino que dice haber
hecho muchas rutas con él, por ejemplo parte de la París-Brest-París de 2015.
Le indico que yo hice con Javier la PBP de 2011. “Hey, yes, Javier told me
about that PBP”, me dice Gavin, que ese es su nombre. Cuando comienza a llover
de nuevo, Gavin se marcha otra vez. Lleva un ritmo demasiado fuerte para mí
subiendo.
En lo alto de Yad Moss paro para abrigarme algo más, porque
la bajada promete ser fría y húmeda. Ahí se me une Daniel, un joven brasileño, y
pedaleamos juntos ya hasta Brampton.
Hacemos buenas migas en ese largo tramo y nos acompañamos charlando para que se
haga más llevadero. Además me trae buena suerte, porque desde su aparición no
vuelve a llover.
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Ciclistas durmiendo en cualquier sitio
(Foto tomada del FB de la LEL) |
Al llegar a Brampton, pido mi bolsa, ceno, me ducho y pido
una plaza para dormir. Dicen que están todas completas. Se me cae el mundo
encima, pero me recompongo y les pregunto si hay algún sitio tranquilo donde echarse,
aunque sea en el suelo. Me indican un lugar y allá que me voy. No soy el único.
Me tiro en un pasillo lleno de gente en posturas imposibles, poniendo como almohada
mi bolsa de la ropa sucia. Yo soy muy especial para dormir, pero debido al cansancio
y el déficit de sueño que llevo me quedo dormido de inmediato, pese a lo duro
que está el suelo. Pongo el móvil para despertarme a las 3,30 y curiosamente me
despierto a las 3,28, como un reloj, levantándome de inmediato y quitando la
alarma para no despertar a ninguno de los que están a mí alrededor. Eso sí, me
duele el hombro que apoyé sobre el suelo duro. Este dolor me acompañará en
mayor o menor medida durante toda la ruta.
TERCER DÍA: BRAMPTON-EDINBURGH-BRAMPTON (Tomorrow's
just another day)
A las 4 estoy listo para salir. En el whatsapp no me queda
claro donde están todos mis compañeros, parece que Jaime, Antonio y Javier
están en Alston, pues Jaime ha tenido un problema mecánico y han dormido allí.
David y Agustín entiendo que están o han pasado por Brampton y podríamos salir
juntos, pero me entretengo en buscarles por los pabellones y no les encuentro. Hago
el check-out a las 4,10, aviso por whatsapp que a las 4,30 (hora a la que
teníamos previsto ponernos en marcha) me pondré en movimiento, haciendo un poco
de tiempo por si aparece alguien, pero nada.
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En el centro, con manillar naranja está mi bicicleta "durmiendo"
en Brampton (Foto tomada del FB de la LEL) |
Mientras estoy esperando esos pocos minutos, a mi lado un
chaval se está preparando también para salir. Le miro. Tiene los ojos aún
semicerrados, intentando despertarse, mueve la cabeza de un lado a otro, como
diciendo “¿Qué hago yo aquí?”, en medio de la noche, con el suelo y las bicis húmedas
pues se ve que durante la noche debe haber estado lloviendo. Me mira, sonríe cómplice y me dice: “Another
day of madness!” (¡Otro día de locos!). La frase me parece perfecta para
lo que estamos a punto de afrontar. Le contesto que yo tampoco sé muy bien que
hacemos aquí, pero que ya que hemos venido, tendremos que seguir. Le volveré a
encontrar en varios comedores de los controles, saludándonos siempre de manera
muy efusiva.
Si bien la salida la hago solo, al poco me uno a otro
ciclista, y a su vez cogemos a otros dos
que se unen a nosotros y luego cinco más que nos alcanzan. Hacemos un grupo
interesante y rodamos a buen ritmo pasando
relevos (no todos ni con la misma intensidad) hasta Longtown, cuando tengo que
parar para orinar. A partir de ahí hago casi todo el recorrido solo, excepto un
tramo en el que me uno a un irlandés. Curiosamente el rato que estoy con el
irlandés llueve y cuando le dejo ir deja de llover, así que definitivamente así
es mejor, porque se ve que es algo gafe con la lluvia ;-)
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Parando en una cuesta escocesa para descansar un poco |
En el control de Moffat me encuentro con mi amigo Roberto,
que había salido unas horas antes que
yo en Loughton.
Me emocioné mucho al verle. Roberto es una de esas personas que te cae
bien a la fuerza, por su forma de ser tan plácida, serena y entrañable. Hace un
año y medio nos trató fenomenal a Pilar y a mí al pasar por su casa, en un
pueblecito de Ávila, y quedarnos con él dos días durante una ruta cicloturista.
Me estuvo hablando de esta prueba mucho y en ese momento estábamos ahí,
haciéndola. La lástima es que él volvía a Lockerbie para retirarse, porque no
iba bien de tiempo y de sueño. Nos dimos un abrazo al despedirnos. Luego leí en
el whatsapp que había estado esperando a propósito mi llegada para vernos.
¡Gracias Roberto, eres todo humanidad!
Al partir de Moffat sale el sol y el viento es favorable;
afronto lo que parece ser un puerto de montaña, o al menos una subida larga. En
las primeras rampas me encuentro con un español que resulta ser Manolo Burgos,
del GDC Pueblo Nuevo, así que hacemos todo el trayecto hasta Edimburgo juntos.
Fue un tramo muy grato, se me pasó muy rápido charlando con Manolo. Él parecía
algo preocupado porque veía que yo en las subidas iba más rápido, pero le
aseguré que no me importaba ir más despacio, porque había que reservar para lo
que venía después, así que me vino fenomenal encontrarme con Manolo, que en
Edimburgo se quedó esperando a sus compañeros del Pueblo Nuevo, su club. Muchas y
sinceras gracias por tu compañía, Manolo.
A mitad de camino de Edimburgo había un avituallamiento
secreto, no sé si oficial, en el que daban alguna bebida, dulces caseros, otros
no tan caseros y chuches. Además de ánimos. Nos vino muy bien.
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Edimburgo, mitad de la prueba |
A Edimburgo llegué dentro del horario que me había propuesto, o sea que había recuperado con respecto al día anterior. Pero sabía que
entonces empezaba lo más duro. El viento a partir de ese momento iba a ser desfavorable.
El tramo entre Edimburgo y Eskdalemuir es, para mí, el más
salvaje y bonito de toda la ruta. No obstante, también es muy duro. Las cuestas
pronunciadas se suceden y te van tensando los cuádriceps. Al final de una de
ellas me paro y escribo en el whatsapp del Pakefte que pese a haber subido
el temible puerto de la Morcuera tantas veces en los entrenamientos, estas cuestas se me están haciendo
muy pesadas. Además está el viento, la lluvia (nos cae un aguacero de mucha
entidad antes de Innerleithen) y el cansancio acumulados. En esos momentos es
cuando empiezo a pensar que tanto entrenamiento ha merecido la pena, pues soy
capaz de seguir subiendo con buen ritmo, pese al cansancio.
A Innerleithen llego ciertamente mojado y cansado. No paro
mucho porque me quedo frío.
Camino a Eskdalemuir me viene un bajón físico importante. Alcanzo a
dos franceses (uno de mi edad y otro más joven) y decido ir a su rueda un rato,
a ver si me recupero. El mayor no me debe ver muy animado, porque me pregunta
que tal voy. Comenzamos a hablar y, como siempre pasa en estas situaciones, los
kilómetros van a así pasando de mejor manera. Hacemos buenas migas hablando de
nuestras aventuras randonneurs. Ellos han hecho la PBP de 2015 y yo las de 2011
y 2007, así que compartimos experiencias. Son de Dunkerque y se llaman Thierry
y Aurelien. El segundo, el más joven, es un portento pedaleando, me recuerda a
Javier Arias. Llegamos juntos a Eskdalemuir. Les pregunto por el tiempo que van
a parar. Dicen que unos 20 minutos. Les digo que quizás yo algo más, por lo
menos 30, así que es mejor que salgan ellos antes. Thierry me mira y me dice que
no, que me esperan. Es increíble cómo puedes conocer a una persona durante sólo
un rato y establecer una afectividad tan rápidamente por el hecho de compartir
una prueba como ésta. A mi ese gesto de
los dos franceses me llena de
cariño hacia ellos. Realmente son dos fantásticas personas: humildes, sociables
y solidarios.
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Una de las comidas en los controles |
Al final espabilo y en 25 minutos estamos en marcha. Me
siento mucho mejor después de comer, hasta el punto de que nos ponemos los tres
a tirar, según el tramo de que se trate, aunque Aurelien es siempre el más
fuerte y el que tira más. Ha dejado de llover, está atardeciendo y la luz y los paisajes son
increíbles. Charlando se nos pasa el tiempo muy rápido.
Gracias a Thierry y Aurelien llego incluso antes que el día anterior a Brampton y esta
vez sí que tengo colchoneta, consiguiendo dormir 3 horas y media, todo un lujo
a estas alturas. Este último “día de locos” no he tenido sueño durante la ruta y pretendo
seguir así, en la medida de lo posible, durmiendo lo suficiente y llegando a
los controles cuanto antes, para que no me entre el sueño pedaleando.
Por el whatsapp me entero de que los compañeros del Pakefte han tenido
varios problemas (algunos de ellos muy serios, como una caída de Andrey, que le obliga a retirarse) y no
parece que vayan a llegar a Brampton a dormir. Veo que voy a volver a salir solo
al día siguiente.
CUARTO DÍA: BRAMPTON-LOUTH (Singing in the
rain)
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Un ciclista lleva su dorsal pintado en los gemelos |
Este día me levanto por primera vez en la prueba bastante
cargado de piernas. Es un triunfo, porque en otras pruebas de este tipo he ido
así desde el segundo día. Aquí los síntomas me han aparecido al cuarto. El
entrenamiento ha tenido sus frutos.
Me cuesta arrancar, de hecho intento ir con un grupo pero
van rápidos para mí y no puedo seguirles en las cuestas, por lo que tengo que
ir por mi cuenta, recogiendo algunas personas más lentas que yo que me siguen
la rueda cuando pueden. Las fuerzas de la gente ya van muy justas. En general poca
gente colabora.
En Alston, paro en una gasolinera con supermercado a comprar
algo que me espabile un poco físicamente, porque me toca subir Yad Moss por el
lado norte, que tampoco va a ser moco de pavo y el aire está soplando con ganas,
totalmente en contra.
El comienzo de Yad Moss es en el mismo pueblo de Alston, una
cuesta de un porcentaje alto (debe ser por lo menos un 10%) con adoquines. Allí
está Damon Peacock, el famoso documentalista grabándome la subida mientras me
voy retorciendo sobre la bici. Procuro sonreír para aparecer lo más digno
posible, aunque de ir de un lado al otro de la calzada, para hacer más llevadero el desnivel, me pongo en el lado
derecho y Damon me advierte que baja un coche en mi mismo sentido, para que me
aparte.
Por suerte en la subida no llueve, pero el viento ralentiza
a todos los ciclistas que pasamos a cuentagotas. Ir subiendo y además con
viento en contra es una de las mayores contrariedades que te puedes encontrar
cuando llevas 900 kilómetros en las piernas. Esta vez sí disfruto algo más de
las vistas, aunque creo que la luz no es la mejor. He visto fotos de esta
subida con una luz mucho más bonita. La que yo veo es anodina.
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Con el maillot de la Londres-Edimburgo-Londres |
La bajada promete mucho, pero es una falsa ilusión, una vez
más el viento no te transmite la sensación de que estés bajando mucho. Hasta
Barnard Castle se me hace muy largo. Hay puertos que parece que sólo sirven
para subir. Yad Moss es uno de ellos.
En Barnard Castle leo que los compañeros están en
disposición de tirar a bloque para llegar a Pocklington. En ese momento llevo cinco
horas de margen, los compañeros llevan una hora fuera de control, o sea que les
saco seis horas. No puedo esperarles tanto tiempo. Decido seguir tirando, si
bien parando más en los controles, tomándomelo con más calma y administrando mi
tiempo, confiando en que nos podamos reencontrar esa noche y podamos hacer ruta
juntos, los que lleguen, el último día hasta Loughton. Se irá viendo sobre la
marcha.
A la salida de Barnard Castle paro a hacer unas fotos en el
Weak Bridge, un puente de madera y un entorno que me han encantado.
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Weak Bridge |
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Weak Bridge |
El viento sigue pegando de cara, así que hay que aliarse con
otros ciclistas para hacer camino juntos. Eso sí, a la gente le cuesta pasar delante y
me veo yo la mayor parte del tiempo tirando de pequeños grupos. Está claro que vamos
muy, pero que muy justos. Sobran las palabras, se nota en las ojos, en los
gestos y hasta en la forma de pedalear.
En Thirsk paro bastante, sobre todo cuando encuentro a
Gloria y sus hijas, con las que me quedo un buen rato charlando. Hablamos sobre
cómo van los compañeros. Gloria me pregunta cómo voy yo. Me cuentan cómo está
siendo su trabajo de voluntarias. En fin, se me pasa el tiempo volando y cuando me quiero dar
cuenta llevo ya en el control más de una hora.
Cuando voy a salir veo que están justo saliendo el grupo de
Santy Mozos, Diego Villas y sus amigos de Massamagrell (Valencia), así que me
uno a ellos. Es un pelotón grande. Metido en el grupo se va bien, mientras
el viento en contra sigue soplando con ganas. Voy con ellos a buen ritmo, hasta
que uno de ellos pincha la rueda. Me
paro también. Al reanudar comienzan las cuestas de pendiente fuerte que
recuerdo de la ida. No soy capaz de seguirles. Suben realmente veloces. Excepto cuatro
miembros del grupo que van más despacio, a los que me uno para llegar a
Pocklington. Estos incluso paran a hacer fotos. ¡Son de los míos!
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Howard Palace |
Al rato de quedarnos solos los cinco, pasamos a mis amigos
franceses, Thierry y Aurelien. Me alegra un montón verles. Es como si les
conociera de toda la vida. Les devuelvo el favor del día anterior, diciéndoles
que se reintegren al grupo que llevamos, pues entre todos podemos manejar mejor
el viento. Vamos juntos hasta Pocklington, relevando, aunque los últimos kilómetros los de
Massamagrel tiran más rápido y nos quedamos de nuevo Aurelien, Thierry y yo,
haciendo el último tramo juntos.
En Pocklington tengo que decidir si continúo a Louth o si me
quedo esperando a los compañeros del Pakefte. Thierry y Aurelien dicen que se
quedan a dormir, que esa noche va a llover y la mañana siguiente, sin embargo,
no, así que fantaseo con que pueda ir unas horas más tarde con ellos y los que
consigan llegar del Pakefte a Pocklinton
(a pesar de que las noticias que van llegando no son buenas en cuanto a
que puedan llegar todos). Cuando ya he cenado y tengo que tomar decisiones
parece que el único que puede llegar con garantías es Javier Arias, aunque tampoco me queda muy claro. Pero lo
cierto es que acaban de llegar todos a Thirsk, de donde yo salí hace casi cinco
horas. En ese momento tengo de margen prácticamente ese tiempo, o sea que me
quedaría sin margen de error, si les espero. Sé que Javier podrá continuar a un
ritmo adecuado para llegar a Londres, porque sé bien de su magnífico estado de forma, pero yo dudo de mi mismo si voy tan justo
de tiempo. Ni por asomo estoy al nivel de Javier. También es cierto que el
margen entre control y control es amplio y que Javier y yo podemos hacer
equipo, así que por fin me decido a quedarme a dormir y esperar a Javier, y
alguien más si llega con él, como Agustín o David, que parece que tambíen vienen, si bien no me queda claro por donde. Antonio y Jaime abandonan,
en una decisión durísima, pero comprensible. De todos modos mi admiración por
lo que han hecho, que ha sido impresionante, pese a las muchas adversidades.
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Bicis apiladas en un control |
Pregunto si hay camas y me dicen que en ese momento creen
que sí (están en un edificio distante unos 150 metros de allí, cruzando una
calle y hablan de referencias, no tienen comunicación con ellos), pero no las reservan, te las dan en el momento
de irte a dormir. Me voy a duchar de una manera un tanto precaria, porque mi
bolsa, con las cosas de aseo y la ropa limpia, está en Louth, el siguiente control. Pido algo de jabón
a uno de los de Massamagrell que ya está terminando su ducha, y me vuelvo a poner
la misma ropa que he usado durante el día. Pregunto dónde están las camas y me
dicen que en ese momento parece que no hay libres, que si espero puede que más
tarde haya. Eso es un mazazo importante. No sé qué hacer, estoy como 15 minutos
intentando decidir entre irme, esperar o echarme en cualquier rincón. He perdido ya más
de hora y media en ese control. Finalmente decido seguir ruta. Son más de las
10 de la noche. No conozco la ruta, está todo ya oscuro. El GPS no me funciona
bien, pero confío en hacer grupo con alguien.
Salgo y que sea lo que me depare el destino. Al cabo de 10
minutos comienza a llover. Me paro a ponerme la gorra debajo del casco, para
que no me entre el agua en los ojos y las gafas. No viene nadie, estoy más sólo
que la una en una carretera perdida de Inglaterra, en medio de la noche oscura. Cuando comienzo a pedalear
veo una luz que viene a lo lejos, por detrás. Dejo que me alcance y comienzo a
charlar con este hombre. Se llama Ian Haslett, tiene el dorsal AA26 y, sin decidirlo, estamos a punto de hacer juntos un tramo de más de 90 kilómetros,
hasta Louth. En esa oscuridad y en esas condiciones se agradece ir con alguien
más. Llevamos un ritmo parecido. Los chubascos se suceden uno detrás de otro.
A eso de la 1 de la madrugada cae una lluvia salvaje, como
la de Escocia, de estas que te calan por
completo y dejan la ropa que llevas puesta chorreando. Hasta Ian que debe estar
acostumbrado a la lluvia maldice y él mismo me pide que paremos en un
“shelter”, un lugar donde refugiarse en el próximo pueblo. Está cayendo muy fuerte y en un túnel antes
del siguiente pueblo nos paramos. A continuación van llegando otros ciclistas
que hacen lo propio. Nadie sigue porque es mucho lo que está cayendo. Es
incluso peligroso, pues con la lluvia y la noche hay momentos que no se distingue entre la
carretera y los bordes de ésta. Cuando deja de llover fuerte, salimos, nos hemos
quedado bastante fríos.
A eso de las 2 de la madrugada nos comienza a entrar un
sueño apremiante. Nos pasa a los dos, lo vamos comentando, porque hacemos cosas
raras. A mí me preocupa especialmente porque noto que se quieren cerrar los
ojos mientras estoy pedaleando, incluso cuando voy bajando. Meter intensidad no
es la solución, porque a estas alturas del día no hay fuerzas para ello. En
algún momento incluso tengo alucinaciones visuales, como sombras de gente que
corren al borde de la carretera o las gotas de lluvia que pasan por delante del
faro de Ian, que me parecen manos que intentan sujetarle el manillar.
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Cantando Brown girl in the ring |
En un momento dado coincidimos con cuatro ciclistas que
van juntos (dos chicos y dos chicas). Estos se ponen a cantar canciones de Boney M, para burlar también
el sueño. No somos los únicos que vamos soñolientos. Es un momento muy
chistoso, porque cantamos todos con poco espíritu, pero ahí estamos seis
ciclistas en medio de la campiña inglesa, de madrugada, pedaleando bajo una
entonces fina lluvia y cantando el “Brown girl in the ring”, al ritmo de
nuestras pedaladas.
También me ocurre que, con el sueño, pierdo cierta capacidad
de estabilidad, la bici se me va para los lados y tengo que sujetar fuerte el
manillar, es como si el sueño me hiciera perder el equilibrio
izquierda-derecha. Le llego a preguntar a Ian si sabe de alguna estación de
tren en el camino a Louth, porque voy tan asustado que pienso que lo único
cabal es abandonar y coger por la mañana el primer tren a Londres. Pero Ian me
dice que no, que la única manera es avanzar a Louth juntos, pero que cuando
descanse veré las cosas de otra manera, que llevo margen suficiente.
Probamos todo para evitar el sueño. Regaliz, cafeína... No
nos sirve. Cruzamos el puente sobre el río Humber, un puente de más de dos
kilómetros con un carril-bici, de noche, con una sensación muy diferente a
cuando lo crucé de día sólo dos jornadas antes (parece que fue hace una
semana). Algunos ciclistas paran a hacer fotos. Ian y yo la verdad es que no
tenemos ganas de fotos. Queremos llegar cuanto antes para acostarnos lo más
pronto posible, aunque aún nos quedan un par de horas para el control de Louth.
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La parada de autobús de Binbrook sacada de Google |
Son alrededor de las 4 de la mañana, estamos en Back Lane, una
calle de un pueblo llamado Binbrook, en el kilómetro 1.169 de la ruta, a tan sólo
unos 15 kilómetros de Louth. El sueño nos puede, y tenemos que tumbarnos en
esta parada de autobús techada, lo que los Audax del Reino Unido llaman un “First
Class Hotel Randonneur”.
Uso por primera vez la manta térmica que he paseado durante toda la ruta, tapándome por entero
con ella, usando el casco de almohada. Sólo recuerdo echarme y dormirme, nada
más. Ian me despierta al cabo de un rato (no sé en ese momento cuanto tiempo ha
pasado, aunque días más tarde descubro en Strava que fueron 25 minutos)
diciéndome que está tiritando, pues él no tiene manta térmica (a mí me ha
funcionado fenomenalmente) y estamos calados hasta los huesos por la lluvia que
cayó antes. Por lo tanto, seguimos para que, con el pedaleo, se nos pase el
frío.
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Foto con Ian Haslett en Loughton |
A las 5,20, ya totalmente amanecido, llegamos a Louth. Ian y yo nos abrazamos y
agradecemos mutuamente la compañía y la ayuda. Le volveré a ver a la mañana
siguiente y en la meta de Loughton, donde me hice esta foto con él. Muchas
gracias Ian.
Duermo profundamente algo más de una hora, pero me sabe a
gloria. Ya ni me pongo tapones para los oídos. No me hacen falta. Me ponen en
una colchoneta que está al lado de una puerta, que golpea cada vez que alguien
entra o sale, pero yo, pese a ser tan delicado con el sueño, estoy tan cansado
que no me entero de nada.
QUINTO DÍA:
LOUTH-LOUGHTON (Against the wind)
Salgo con energía, pero intento rápidamente hacer grupo con
alguien, porque la previsión es de un día muy ventoso, como así es desde el
principio. Nos dicen los voluntarios que habrá vientos de 36 km/h, con ráfagas de 60 km/h.
Me uno a dos irlandeses a los que rápidamente demuestro que no estoy
ahí para chupar rueda, sino para dar relevos como el que más. Ellos lo
agradecen y hacemos camino. Más adelante se nos van uniendo más personas, por
lo que vamos haciendo un grupo de unas seis o siete unidades. Los irlandeses y
yo vamos pidiendo a todo el mundo que pase y nos salen unos relevos bastante
efectivos. Hasta que los irlandeses y varios ingleses deciden parar en Langrick
Bridge. Yo continúo, ya casi todo el tiempo solo hasta Spalding.
En la carretera B1192, poco antes de cruzar la línea férrea
en Hubberts Bridge, grabo este vídeo del viento que está en esos momentos
azotando en contra o lateral, según tuerce la carretera.
La relación esfuerzo-avance es pobre, debido al intenso viento.
Siendo el último día, el cuerpo está muy resentido y este viento no ayuda, pero,
habiendo llegado hasta aquí, no me planteo abandonar. Llevar cierto margen me
da seguridad. Si fuera justo de tiempo y tuviera que luchar contra este viento
para avanzar y llegar a tiempo sería inhumano e irracional.
Me entero que Agustín ha abandonado por avería mecánica. Qué
mala suerte. Estoy convencido de que si no hubiera sido por eso Agustín hubiera
llegado, ha demostrado en otras ocasiones el tesón que tiene. Sólo quedamos Javier, David (que
va detrás de Javier) y yo.
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Una de las paradas buscando pilas para el GPS |
Voy parando en todas las tiendas en las que creo que me
pueden vender pilas para mi GPS, pues se están agotando y el día, y la noche,
aún van a ser muy largos. Increíblemente no hay alcalinas de tipo AA. O es que
no se usan en esta zona o es que los que van delante de mí han arramblado con
ellas. Esto me hace perder mucho tiempo, pero es una necesidad imperiosa. Echo
de menos que el GPS funcione con la dinamo,
como ha hecho siempre antes de averiarse nada más empezar la LEL.
Disgustado, en Spalding voy decidido a averiguar en el
control dónde puedo encontrar unas pilas, aunque sea desviándome de la ruta a
buscarlas, porque no puedo afrontar el resto de la ruta sin ellas.
Al consultar a los voluntarios me preguntan cuántas pilas necesito y me las dan
gratis. Un gesto más de esta increíble organización.
Como vegano, en Spalding tenía el recuerdo de haber
comido muy bien a la ida. Una vez más es así, me aprovisiono bien y salgo dispuesto
a luchar contra el viento, pues vienen las zonas más desprotegidas, las de
carreteras que van junto a los canales.
En seguida me percato de que el viento es aún más violento
que antes y en un momento dado me veo pedaleando a una velocidad de entre 7 y
10 km/h en un tramo totalmente llano, al lado del canal con todo metido (plato
pequeño y piñón grande, como si fuera un puerto). Es una zona plenamente expuesta, sin casas,
árboles o arbustos. Podría ir más rápido, pero me viene a la memoria lo que me
dijo Fran Vacas, el que ha sido mi entrenador durante este año, que contra el
viento no se puede luchar, sólo pedalear a tu ritmo y dejar que él nos marque la velocidad,
reservando la energía. Sigo esas sabias palabras, porque estoy viendo ciclistas en
el camino, exhaustos, que intentan ir más rápido, quizás porque van mal de
tiempo, y que acaban destrozados, tumbados a la orilla del camino intentando
recuperar el resuello. Yo voy despacio, pero uniforme. Para mi desgracia no hay
ningún grupo grande al que unirme. Los dos únicos grupos que me pasan lo hacen
en momentos en los que el viento es lateral y no ayuda llevar alguien delante,
así que me pasan, continúan (van más rápidos que yo) y no puedo seguirles.
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Foto que me tomó Charlotte Beath en Hemingby,
al pasar al lado de su casa |
Es muy frustrante, porque las piernas y el cuerpo van ya muy
cansados y además el viento te obliga a sujetar fuerte el manillar y poner
posturas forzadas para no irte a la izquierda (a la cuneta) o a la derecha
(contra los coches que pasan, y además cerca y rápido), lo que a la postre
me genera un dolor lumbar derecho y en el brazo izquierdo, de los que aún me
estoy reponiendo tres semanas después.
Llego a St. Ives a las 17,50. Recapitulo. Me quedan 120
kilómetros y tengo 14 horas para hacerlo, con cuatro horas de margen, según la
organización. Miro el whatsapp y veo que Javier ha pasado dos horas y media después
que yo por Spalding. Por lo tanto, ahora sí, lo veo más claro y, aunque tengo
ímpetu y piernas para seguir, decido esperarle para ir juntos los últimos
kilómetros. Me tumbo a dormir una hora y cuarto y al levantarme allí está cenando Javier
junto con Gavin, el Kingston Wheeler con el que subí un tramo de Yad Moss.
Es una alegría estar con Javier de nuevo, pero una tristeza
que venga él solo. Han sido de auténtica mala suerte los sucesos que se han ido
sucediendo entre los compañeros, averías, lesiones, el accidente de Andrey, etc.
Tengo que decir que los primeros momentos y kilómetros al salir de St. Ives veo a
Javier un poco extraño, como desorientado y con dificultad para recordar y
decir cosas. Está claro que debe llevar un palizón importante en el cuerpo y la mente,
pero la suerte ahora nos acompaña y el viento dirección a Cambridge es favorable,
además de ser un tramo llano por una vía ciclista paralela a una especie de
plataforma exclusiva para autobús, sin tráfico alguno. Javier se va entonando
mientras me cuenta todo lo acontecido con los compañeros del Pakefte estos
días.
El paso por Cambridge es mágico, ya de noche, con sus luces,
sus edificios antiguos y sus calles llenas de vida. Frente al King’s College,
Damon Peacock nos hace una foto a Javier y a mí (
nota a posteriori, esa foto pasará a ser la portada del vídeo oficial de la LEL, de Damon Peacock: https://vimeo.com/ondemand/132873).
Javier demuestra, una vez más, ser un portento ciclista.
Aunque me ofrezco a tirar de él (presuponiendo que él ha venido más rápido y
más kilómetros ese día y estará más cansado), sin embargo me dice que no hace falta y vamos paralelos y
a buen ritmo hasta prácticamente Great Easton, donde paramos 40 minutos y veo a
Aurelien, que ha dejado a Thierry ya durmiendo. Al parecer han visto mi
bicicleta en St. Ives y me han pasado cuando estaba durmiendo. Ellos van a
parar ahí a dormir un par de horas y luego continuarán. Yo no me lo planteo,
tengo ganas de llegar cuanto antes al hotel. Pero parece que, una vez más, estos chicos de Dunkerque saben lo que
se hacen, porque el tramo desde Great Easton hasta Loughton se me hace largo,
muy largo. Me vuelve a entrar el sueño y me pasa lo mismo que ya me pasó en la
PBP de 2007 y algo en la de 2011, que me cuesta mantener una línea recta, por
lo que cuando vamos con un grupo de gente nadie se quiere poner junto a mi,
porque con certeza es incómodo e inseguro ir a mi lado. Incluso un inglés me lo
dice, que estoy haciendo eses, que mantenga la línea recta. Esto me hace
replantearme muchas cosas para el futuro, la verdad. El tema del sueño en estas
rutas tan largas es algo que no consigo superar y pausas para dormir como la
del día anterior en la parada de autobús o la de hoy en St. Ives no han sido
suficientes.
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Con Javier Arias un rato después de la llegada |
Pero vamos haciendo camino y gracias a Javier, que ya va claramente mejor que yo y me hace
hablar de vez en cuando para que no me duerma, a las 4 de la mañana llegamos a
Loughton, con casi cuatro horas de margen. De nuevo Javier y yo acabamos juntos
una super randonneur, tras la PBP de 2011.
Es una lástima no ser consciente en ese momento de lo que
acabas de hacer. Estás demasiado cansado, hambriento, soñoliento… como para
disfrutarlo plenamente. Eso vendrá después.
Entrego mi acreditación, recojo la medalla, como algo,
recojo mis bolsas de los controles, que ya están (eficientemente preparadas)
listas para llevármelas, me despido de Javier con un fuerte abrazo y hago los
ocho kilómetros en bici hasta el hotel. Me descubro haciéndolos muy despacio,
sabiendo que ya no hay controles, ni tiempos. Sólo avanzar lentamente hasta
llegar al hotel, ducharte, dormirte y no levantarte en un buen número de horas.
David llega unos minutos tarde al control de Loughton, pero
llega. Intentará hacer la gestión de que le homologuen por el tiempo perdido
socorriendo a Andrey. Tremendo lo de David también. Y lo de los demás.
Orgulloso del Pakefte.
Quiero agradecer a mis compañeros del Pakefte: Agustín,
Antonio, David, Jaime y Javier por su compañía y apoyo. A Antonio doble agradecimiento por
donarme la horquilla de su bici antigua cuando se me rompió la de la mía dos
semanas antes de la LEL (y a Pepe, de Slow Traffic, por montarla rápidamente y sus atenciones durante todo el año para que pudiera entrenar). Al resto de compañeros del Pakefte por los ánimos y
frases inspiradoras durante el seguimiento, desde la distancia, de la prueba, sobre todo a Jose Antonio y el resto de colaboradores por el segumiento tan exhaustivo que nos hicieron desde el blog (https://pakefte.blogspot.com.es/2017/07/nuestra-participacion-en-la-lel2017.html). A los organizadores y voluntarios de esta magnífica prueba. A
mi entrenador Fran Vacas, por una magnífica labor que me ha llevado a acabarla. A los demás compañeros en ruta, principalmente Thierry y Aurelien,
Ian, Daniel, Manolo Burgos, Santy, Diego y los chicos de Massamagrell; y a Andrés, Susana y Andrey. Gracias a mi
familia por el apoyo sin fisuras, tanto durante la prueba como en los malos
momentos que he pasado en los últimos tiempos, y a Pilar, mi inseparable y
adorable pareja. ¡Esta medalla es de todos vosotros!