domingo, 26 de junio de 2011

Quebrantahuesos 2011

Supongo que la QH no sería completa sin ordenar mis recuerdos en forma de crónica.


Como siempre la historia empezó antes del gran día consultando partes meteorológicos y preparando lo que hay que llevar, con miedo de que se olvide algo pero con la prudencia de que, esta vez había que acercarse con la bici hasta donde quedásemos con David, al final en la Avenida de la Ilustración. El equilibrio entre quedarse tranquilo por que no se quede nada y poder acarrearlo no es fácil pero visto el resultado parece que lo conseguí.


Los partes meteorológicos no eran excesivamente malos, anunciaban algo de lluvia y frío en Francia y nubes en España pero nada serio, sin embargo, después de lo que contaron de la edición 2010 y lo que se respiraba en los foros iba acojonado, en la mochila iban guantes largos, perneras, tres chubasqueros distintos...


Respecto a los nervios de antes de enfrentarme al objetivo del año iba bien, creo que participar en “Los 10.000 del Soplao” fue un acierto. Haber terminado una marcha de dureza similar a la QH me daba una seguridad que me permitió dormir bien los días previos y dudar más del tiempo que de mis piernas. El trabajo estaba hecho, los Kg. perdidos y los Km. de entrenamiento y los puertos acumulados..


Con estos antecedentes nos juntamos David, Guilla y yo en los Arcos de la Vaguada a eso de las 16.00 para montar todo en la furgoneta de David y poner rumbo a Orós Bajo, donde Agustín había reservado alojamiento para 6 de los 8 pakeftes que fuimos finalmente y para Eduardo, un amigo de José Antonio que resultó ser un tío encantador y una máquina dando pedales.


El viaje comenzó con un atascazo en la A-2 de mucho cuidado, debió haber un accidente que implicó a 6 u 8 coches y estuvimos prácticamente parados más de una hora, menos mal que entre que estábamos ilusionados con la marcha, de la que David, que la ha hecho varias veces nos contaba cosas y que ninguno de los tres tenemos problemas para hablar se nos pasó rápido.


Una vez superado el atasco llamamos a Javier, que se había encargado de recoger las llaves y era nuestro hombre destacado en Sabiñánigo para avisar que llegábamos tarde y pedir indicaciones sobre la casa, aquí vino el lío, Javier se confundió y pensó que estaba hablando con el morcillo-móvil que sí había reservado cena y se puso a insistir en que fuésemos a cenar que nos esperaban, nosotros pensamos que qué tío más majo y que si para él era importante que cenásemos juntos aguantábamos sin cenar y tirábamos sin paradas hasta allí.

Cuando llegamos nos enteramos del error y de que Javier lo había resuelto cocinando pasta para nosotros, eran ya las 11 y pico de la noche así que hicimos poco más que darnos las buenas noches, ponernos nerviosos con la posible lluvia, cenar, preparar la ropa del día siguiente y meternos en la cama para amanecer a las 5:30 Eso sí, Javier nos dijo que iba a por el oro y que Eduardo y Jesús se iban con él a ver qué tal (aquí su crónica). Pusimos los dorsales al maillot y a la bici y nos fuimos a descansar que buena falta nos hacía.


A eso de las 5.30 empezamos a oír ruido en la cocina y Guilla y Yo nos despertamos, bajamos y desayunamos mientras decidíamos qué ropa íbamos a llevar, al final decidimos guantes de seda finos debajo de los cortos, manguitos, cortavientos fino y culotte corto sin perneras, al final fue un acierto y el consejo de quienes tenían más experiencia nos vino muy bien. Llenamos los bidones y los bolsillos del maillot con barritas, vomitonas y demás En poco rato nos reunimos con Juan y con Diego y despedimos, deseándoles suerte a Javier, Jesús y Eduardo.

Jaime y Luis habían quedado algo más tarde porque iban a hacer la Treparriscos.


A partir de aquí todo empezó a ser impresionante, la cantidad de gente que iba apareciendo por la carretera que, en 9km, nos llevaba a la salida, los que iban hacia allí en coches, las bromas, los nervios... Pero cuando llegamos a la salida y vimos la cantidad de gente preparada para salir se nos quedó la boca abierta, mirases donde mirases había ciclistas vestidos con todos los colores o acompañantes animando, un ambientazo ciclista que es difícil de describir.



Así entre bromas, consejos, estiramientos... pasó el tiempo suficiente para oír el chupinazo. Los cuatro pakeftes que íbamos a salir juntos tardamos unos cuantos minutos en arrancar, es tal la cantidad de gente que había que el pelotón al principio ni se movía, pero de pronto la cosa se empezó a agitar y empezamos a pedalear, tranquilos y con cuidado al principio.

Pasamos la alfombrilla y oímos el pitido del chip al pasar y poco a poco vamos rodando cada vez más deprisa mientras salimos de Sabiñánigo. Pronto empiezan a pasarnos grupos de ciclistas que van más rápido que nuestro grupo o incluso mucho más rápido, lo cierto es que a muchos de ellos les pasamos luego en el Somport, pero para eso queda un rato. Vamos buscando el grupo que nos vaya bien, que no sea lento ni demasiado rápido para no fundirnos, rodamos casi en silencio pero de vez en cuando Guilla, Diego o yo no podemos reprimir el ganso que llevamos dentro y decimos alguna tontería, hacemos gestos al público, numerosísimo en estos primeros kilómetros, para que anime y vaya que si animan pasamos y vemos un ciclista caído en el arcén, qué mala suerte, todo el año preparando esto y caerse en los primeros Km., eso nos recuerda que debemos ir muy atentos aunque la cosa ya se ha estirado algo y no rodamos tan apelotonados.



En un momento Diego, Guilla y yo saltamos a un grupo más rápido pero vemos que no es el nuestro y que Juan no se ha venido así que aflojamos para que nos alcance. Dice que no quiere parar en el avituallamiento del Somport y nosotros tres si llevamos intención de hacerlo, ya se verá. De pronto adelantamos a una pareja que va a hacer la marcha con unos carros enganchados a las bicis en los que llevan a dos niños, les animamos. Pasamos bajo un puente del tren que está lleno de gente viéndonos pasar, saludamos y nos saludan, otra vez los pelos de punta. Pasamos Jaca, Canfranc, Canfranc Estación... en todas partes hay gente animando. De pronto otro ciclista me dice “¡Eh, tú eres el de ciclismo a fondo!” Mis tres compañeros se parten de risa y yo me pongo a hablar con él, le digo que es el primero que me reconoce y no se lo cree, nos deseamos suerte. En un momento dado yo me empiezo a mear seriamente y se lo digo a Diego y a Guilla, creo que Juan ya no va con nosotros pero no estoy seguro, decidimos parar nos pasa un montón de gente, pero la cosa no se acaba nunca, arrancamos de nuevo y volvemos a pasar a la pareja de los carros, la cosa se va empinando y alcanzamos a Juan que iba por delante. Un voluntario nos grita “Somport mojado y agua en Marie Blanque”, yo me acojono un poco y me pregunto si me daré la vuelta si lo veo mal, decido que sí. Diego y Guilla que suben mejor se van un poco y Juan y yo hacemos la subida juntos, disfrutando del ambiente y del paisaje, vemos bastante gente que se da la vuelta aunque no tiene nada que ver con lo que nos habían contado del año anterior, había leído que del primer puerto ni te das cuenta y es cierto cuando quiero pensarlo estamos llegando al avituallamiento. Juan me dice que va a mear un poco antes y que no va a parar así que sigo y me reúno con Diego y Guilla, comemos un poco, bebemos, nos ponemos los cortavientos y empezamos la bajada con mucho cuidado, efectivamente está mojado, yo bajo con mucho cuidado y mis compañeros se me van pero les alcanzo en el llano gracias a que me esperan, hemos decidido ir juntos y parece que lo vamos a mantener, Guilla está de un formal que no le reconocemos.



Nos acordamos de comer y beber en este tramo, yo me tomo un gel pensando en la parte a la que más miedo tengo, la Marie Blanque con sus temibles últimos cuatro kilómetros. Así rodando deprisa pero sin cebarnos, admirando el paisaje francés que es espectacular vamos hablando y echando cuentas sobre cuánto falta para empezar la siguiente subida.



En cuanto llegamos al pie del puerto vemos los carteles en los que va poniendo cuántos Km quedan para coronar y qué porcentaje tiene el siguiente, hay a quien le agobian pero a mí me ha venido muy bien irlo viendo. Paramos lo justo para que Diego y yo, que apreciamos más que Guilla nuestra integridad, nos quitemos los chubasqueros porque no nos atrevemos a hacerlo en marcha. Yo he bebido tanto en este tramo que les digo que voy a tener que rellenar en el primer avituallamiento que es líquido, está antes de afrontar los kilómetros duros. Allí es impresionante, los voluntarios te cogen los bidones y te los rellenan, no tienes ni que bajar de la bici, relleno los dos para darme cuenta luego de que no hacía falta tanto, no se si noté el peso o no, pero con uno hubiese bastado. Volvemos a arrancar los tres y como suele pasar, cuando la cosa se empina Diego y Guilla van mejor que yo, no importa, seguro que esperan arriba. Voy regulando y aprovechando que llevo desarrollo de sobra, meto el plato pequeño y alterno el 24 y el 28 según me voy viendo, me acuerdo de Xeno y voy poniéndome de pie para descansar la espalda y relajar algún músculo, los kilómetros van pasando pero muy despacio, hay gente andando, bastante, me impresiona, gente que sube atrancadísima y voy poco a poco, adelanto a más gente de la que me adelanta y el silencio es impresionante, se oyen jadeos, rumor de cadenas y algún click cuando alguien cambia.

Me encuentro bien, me parece que voy a subir sin desmontar y sin parar, algo de lo que no estaba seguro. De pronto empiezo a oír un megáfono, esto tiene pinta de acabarse, efectivamente, hay un speaker animando y veo un tío disfrazado de diablo, me animo, bajo una corona y pedaleo más alegre, adelantando gente, en el último momento veo una cámara de vídeo y pienso que he debido salir pletórico. Ahí delante me esperan mis compañeros, Guilla me dice que me haga la foto en el cartel, que me ponga el cortavientos y que sigamos, así lo hacemos, caigo en la cuenta de lo que acabamos de hacer y de que no ha llovido en la subida, la satisfacción es inmensa y la bajada es preciosa, nos lanzamos y yo disfruto del paisaje, de la sensación de velocidad, de la satisfacción de un reto parcialmente superado... A los tres nos debe pasar algo parecido porque cuando volvemos a llanear empezamos a cantar, canciones de Siniestro Total principalmente, el resto nos mira como si estuviésemos locos y puede ser que lo estemos.

Así pedalada a pedalada y broma a broma llegamos al cartel de Portalet, comienzo de puerto, 29km. La subida empieza suave y estamos exultantes así que marcamos un ritmo bastante alegre, los tres en paralelo y, cuando nos queremos dar cuenta resulta que estamos tirando de un grupo numeroso a unos 25km/h. En poco tiempo regresa la prudencia, caemos en la cuenta de que este puerto es muy largo y de que hay que guardar las alegrías para la cena de la noche y aflojamos algo aunque seguimos subiendo alegres, disfrutando del paisaje. Una chica que ya ha hecho varias veces la marcha nos dice que hay un km, el 14, con bastante pendiente justo antes de llegar a la presa pero que en general el puerto es suave. Cuando llegamos allí no entendemos nada, el cartel nos avisa de que nos espera una pendiente del 1% en ese kilómetro pero nuestras piernas opinan otra cosa totalmente distinta. En la cena Eduardo nos aclara que es un 11 y que el primer 1 está casi borrado. Una vez superado ese km comienza una parte llana, incluso favorable que, en un pispás nos lleva al avituallamiento. Aquí nos paramos un poco más que en los anteriores, cogemos geles y comemos un poco de todo. A las voluntarias que llenan los bidones les llama la atención mi retrovisor y un voluntario que hay por allí me pregunta que qué es esa pegatina de 22,5 que llevo. Le contesto muy serio que es una cuestión de ingeniería, que es la velocidad a la que mejor comportamiento tiene la estructura interna de mi cuadro y se lo cree, Guilla se descojona y en un ratillo salimos otra vez. Al poco de arrancar y antes de llegar a los túneles sobre los que cae el agua del deshielo oigo por detrás ¡Carrascón! Me giro y espero al que me ha llamado porque no sé si le conozco, me dice que no, que es que soy famoso y que qué barbaridad lo que he perdido. Más risas.

Así contentos y pensando que cada vez estamos más cerca de conseguirlo seguimos subiendo, en los últimos km la cosa se empina un poco más y mis compañeros se me van un poco aunque no les pierdo de vista, en una curva oigo que Guilla me grita desde arriba ¡Pakefte! Y poco a poco empiezo a oír gritos, una curva a la izquierda y me encuentro lo que me habían contado, eso sí no es lo mismo contado que vivido, Hay un pasillo de gente en la carretera animando todos gritan, ofrecen agua, aplauden, se me hace un nudo en la garganta y se me humedecen los ojos, ya no siento que esté subiendo, es verdad eso de que los ánimos hacen que ni te enteres de estos dos kilómetros, en un momento oigo un grito a mi espalda, dos chicas gritan ¡Vamos Pakefte!, los ojos ya no están húmedos, chorrean y de pronto Veo a David que me da la mano y corre unos metros a mi lado. Es indescriptible lo que siento en ese instante. Llego arriba y Diego me dice que sólo me han sacado un minuto, nos hacemos una foto los tres, nos ponemos los cortavientos y David nos dice que nos queda una hora y media.



Empieza una bajada vertiginosa en la que rozamos los 80km/h en algún momento, hay que ir muy atentos porque ahora hay tráfico y pasamos el avituallamiento de Formigal sin parar, estamos contentos y motivados y bajamos rápido y bien hasta que llegamos al pie de la Hoz de Jaca, la última subida del día, la propina con 2km pero por encima del 10%, guardamos los cortavientos y a subir, cada uno a su ritmo y disfrutando, aquí también hay bastante gente animando y ofreciendo agua e incluso Coca-Cola, Antes de lo que pienso nos reunimos en el pueblo de la Hoz donde hay una auténtica fiesta, avituallamiento líquido y música a todo trapo. Siento que la cosa está hecha que muy mal se tiene que dar para que no lleguemos y para no bajar de las 10h que era mi objetivo no reconocido. Comienza un tramo que podría parecer aburrido pero que, con el viento en contra, los grupos que se forman y los relevos, nos vamos tragando a más de 30km/h. De todas formas parece mentira que, cundo llegamos al trozo que ya habíamos hecho camino de la salida por la mañana nos parece muchísimo más largo que entonces.

A algo más de un km de meta alguien salta del grupo y Guilla, que se ha portado bien todo el día, no puede resistirlo y salta detrás. Está más fuerte que el vinagre y a pesar de que la rodilla le viene doliendo desde la MB aguanta el ritmo y no se le despega. De todas formas, a unos 100m de la meta afloja para que le alcancemos y entramos los tres, juntos y abrazados, disfrutando el momento. Todo el entrenamiento del año ha merecido la pena aunque sea sólo por este momento.


Lo conseguimos, en 9h y 34min de puro gozo ciclista, me acuerdo de todos los que me han ayudado para llegar hasta aquí y de algunos que al final no han podido venir y que me hubiese gustado que lo hubiesen hecho, otra vez será, ahora hay que comentar la jugada, comer bazofia que nos sabrá a gloria y empezar a pensar en el año que viene.


En la comida nos reunimos con Jaime que ha terminado la Treparriscos y le ha sabido a poco, con Javi que ha hecho oro y con Jesús, Eduardo y Juan que han hecho tiempazo y han conseguido plata. A nosotros el bronce nos sabe a oro.


Las fotos son de Guilla y se pueden ver aquí


lunes, 30 de mayo de 2011

Personas en bicicleta con una raya blanca dibujada en los ojos (o crónica del 600 de Salamanca)


Cuando uno se tira dos días enteros montado en bicicleta haciendo 600 kilómetros, uno pasa buena parte del día mirando al suelo, allí donde está esa raya blanca que separa el arcén de la calzada. Uno ya no es nadie sin la raya blanca que seguir, sin la raya blanca que te guía y te acompaña. De tanto mirarla, de tanto seguirla, al final esa raya se nos queda dibujada en los ojos a estas personas de complicada definición: ¿randonneurs? ¿ciclomaratonianos? ¿ciclistas de larga distancia?
Por lo tanto, si quieres saber si un ciclista hace largas distancias mírale a los ojos y si distingues una raya blanca ya no hará falta que le mires las recias piernas ni el moreno de los brazos marcados por el maillot. Estarás ante uno de estos locos que desgastan las bielas hasta el infinito.
Salimos de noche, a las 6 de la mañana, de Salamanca. Somos 30 unidades. Siete de ellos del Pakefte (Agustín, Antonio, Buje, David, Edu, Josu y yo mismo). Los primeros kilómetros los hago al frente, en compañía del incombustible Gabi, comentando sobre lo que llevamos hecho este año. Se nota algo de viento en contra en estos primeros kilómetros.
El grupo rueda compacto hasta la primera cuesta de importancia, a unos 30 kilómetros, en la cual hay una selección natural y se comienzan a hacer grupos. Un momento antes nos cuenta David que Edu y Buje están detrás por un pinchazo casi al inicio. En esa cuesta me quedo con la gente de Salamanca, mirando hacia atrás por si veo a Buje, Edu y Agustín, que también paró por otras razones, pero no les veo. Gabi y yo decimos de ir despacio a ver si nos cogen, pero no aparecen. Somos unos diez y como el viento es molesto se comienza a hacer relevos, unos relevos espectaculares, de los que a mi me gustan, de poco tiempo cada uno y dejándose caer el que ha estado al frente. Soy el único madrileño entre tanto salmantino. Uno de los integrantes va avisando cada minuto de que faltan cinco segundos para terminar la posta del que va primero para que se deje caer al último lugar, en un tiovivo inagotable. Funciona fabulosamente, la gente tira con cabeza, sin forzar el ritmo, intentando mantener el que se ha estado siguiendo momentos antes. Sólo Ramón es un poco más entusiasta y le tengo que decir alguna vez (está justo delante de mí) que vaya más despacio. Tras las bajadas o las subidas, donde se podía descoordinar todo un poco, hay luego reagrupamiento, la gente se vuelve a situar en su sitio y la cosa funciona maravillosamente. Un notable alto y mi más sincera enhorabuena a los salmantinos, sobre todo teniendo en cuenta que, al parecer, esta era sólo la segunda vez que lo hacían.
En Tordesillas sellaje, parada corta adecuadamente recordada por Gabi y a seguir. Lo de que Gabi te esté recordando que hay que salir ya, aunque en el momento agobia un poco, en el fondo se agradece mucho porque le ayuda a uno a ser más ágil y perder menos tiempo, pudiendo luego aprovecharlo para ir más despacio, sin necesidad de forzar tanto. Es una suerte siempre llevar a Gabi cerca.
En la parada de la comida se nos unen Buje, Edu y Agustín. Desde ahí vamos juntos un grupo principalmente formado por los salmantinos y los madrileños, con buen ambiente, comentarios y risas.
A la entrada de un pueblo nos invitan los de Salamanca a melón, que sienta fenomenal porque comienza a hacer calor.
A Cistierna llegamos un poco disgregados. La gente empieza a coger distintos ritmos.
Josu y yo no tenemos reservado nada para dormir el sábado. Pero sí tenemos claro que queremos avanzar lo más posible para intentar llegar al tren de las 6 de la tarde del domingo en Salamanca, que nos lleve a Madrid. En tren hemos venido a Salamanca y en tren nos quisiéramos ir, por comodidad sobre todo. Josu está convencido de que podemos llegar a ese tren, el de las 6. Yo tengo mis dudas y pienso que más bien llegaremos al de las 8. David nos ha ofrecido llevarnos en su furgoneta, le decimos que lo haremos si no pillamos el tren. Por ello, para llegar al tren el domingo, procuramos detenernos lo justito en las paradas, que es donde sacamos más tiempo, porque pedaleando no nos parece buena idea tirar más fuerte para llegar antes, sólo consigues agotarte y exigirte luego un mayor descanso, lo que al final supone que vienes a avanzar lo mismo.
En Cistierna preguntamos si quedan habitaciones en el hostal para cuando vayamos de vuelta y nos dicen que no, por lo que nos vemos obligados a avanzar algo más. Tampoco nos importa, vamos bien y además en Cistierna están en fiestas y eso siempre significa ruidos.
El tramo Cistierna – Riaño – Llánaves es precioso. Lo hacemos de subida atardeciendo lo que permite disfrutar de unos colores y contrastes de impresión. De todos modos se hace algo duro porque hay bastante tramo de subida y con aire en contra.
Cenamos en Llánaves, a las faldas del Puerto de San Glorio. El resto de compañeros del Pakefte van por detrás en dos grupos y llegan cuando nosotros estamos ya listos para salir
Desde allí he llamado a los posibles hostales en los que quedarnos más abajo y consigo uno que está a 22 kilómetros de Cistierna, a unos 85 de donde estamos. Faltan quince minutos para las diez y nos dicen que tenemos que estar allí alrededor de la una de la madrugada, porque luego lo cierran. No lo tenemos fácil. Josu y yo salimos a todo meter, cenados, recuperados, con aire a favor y terreno favorable. Está anocheciendo y nos llueven encima una especie de polillas muertas de no sabemos que procedencia. Extraño.
Vamos con ritmo alegre y a las 12 estamos en Cistierna. Llamamos al hostal para decirles que llegaremos sobre la 1,10. Nos dicen que no hay problema. Lo clavamos. A esa hora nos presentamos allí.
Dormimos cinco horas. Al salir a la carretera para comenzar la ruta vemos a lo lejos que vienen tres ciclistas. Nos ponemos en marcha y dejamos que nos cojan. Son Agustín, Antonio y Buje. Vaya puntería. A propósito no lo hubiéramos clavado así de bien. Edu va un poco más atrás por sus problemas con la rodilla. Vamos juntos hasta Mansilla de las Mulas, buscando un lugar donde desayunar. Vamos a un ritmo vivo, a veces un poco forzado para mi gusto, pero las piernas están bien en ese momento. Salimos Josu y yo antes, cuando estamos listos, preferimos llevar un ritmo más tranquilo parando menos.
Pensamos que los compañeros pakeftiles nos cogerán en breve, para ello miramos de vez en cuando hacia atrás, pero el caso es que no les vemos hasta que 56 kilómetros más adelante estamos saliendo de un bar y ellos llegan, en Valderas. El viento está siendo ligeramente favorable casi todo el tiempo, lo que nos permite llevar un buen ritmo sin forzar en exceso.
Josu y yo vamos todo el tiempo dándonos unos relevos muy peculiares. No son de tiempo ni de espacio. Tira el que se siente con ganas, con energía o con mejor cuerpo que el otro, sin necesidad de decir nada. Josu me marca donde me tengo que poner cuando él va delante, para aprovechar mejor la dirección del viento. Cuando paso yo adelante procuro dejarle ese mismo hueco. Yo le recuerdo cada tanto que tiene que beber, que nunca viene mal.
Unos kilómetros antes de Zamora nos encontramos con Pedro y Diego, de Pueblo Nuevo (Madrid). Vamos con ellos hasta Zamora. Pedro va un poquito justo y a nosotros tampoco nos viene mal un rato de ir tranquilitos pues vamos bien de tiempo.
A las 3 en Zamora, donde vemos caer una tormenta mientras comemos al lado de la gasolinera donde se sella. Hemos tenido suerte.
Al poco de salir de Zamora el viento cambia y se pone en contra. Eso nos descuadra todo porque hasta Zamora íbamos cumpliendo todos los tiempos que nos habíamos planteado para llegar al tren a una hora decente. Conseguimos huir de un par de tormentas que nos acechan y nos lanzan unas pocas gotas sin importancia.
A 12 kilómetros de Zamora volvemos a ver a Diego y Pedro, que habían salido antes que nosotros. Nos juntamos con ellos y desistimos del último tren a Madrid, para el que vamos muy justos y además Diego nos ofrece llevarnos a Madrid en su furgoneta.
Llegamos bien, lógicamente cansados pero no agotados, con buenas sensaciones. Sobrándonos más de dos horas del límite de tiempo para hacer el recorrido, recorrido que no es excesivamente duro y la climatología al final no ha sido tan mala como se preveía, sobre todo el viento.
Muchas gracias a los Amigos de la Bici de Salamanca por la organización de este Brevet de 600 y a todos los participantes por la compañía, la charla, alguna que otra rueda, a Agustín por dejarme las cremas cicatrizantes, a Edu las antiinflamatorias y seguro que algo más se me olvida, pero gracias a todos.

miércoles, 27 de abril de 2011

REVISTA CERO - Randonneurs españoles

Me ha llegado esta revista sobre randonneurs y me piden que le dé difusión, así que la cuelgo en este mismo blog, que no es mal sitio...

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lunes, 11 de abril de 2011

Frío, calor, dolor... la Brevet 300 de Algete 2011.


Era mi única oportunidad para conseguir la homologación de 300 kms esta temporada. Un leve dolor en mi tendón de Aquiles derecho me tenía algo preocupado, pero creía que no sería mayor problema. Sin embargo, 300 kilómetros son muchos, quizá demasiados.

En la línea de salida de Algete, como siempre, a las seis de la madrugada estábamos los habituales; unos 60 ciclistas, la mayoría expertos en rutas de ultrafondo. Se preveía una jornada larga y calurosa, como así fue. Sin embargo, a estas horas de la madrugada corría una brisa fresca que aconsejaba empezar con manga larga.

Roberto y Eduardo, con las reclinadas, decidieron intentar hacer la ruta a un ritmo superior al nuestro, y se marcharon por delante desde el comienzo. Eduardo y Antonio tenían intención de hacer doblete, con el 200 de Salamanca el domingo, así que se lo tomarían con calma. Agustín, como es habitual en él, sin prisa alguna. Y yo, un poco renqueante, prefería ir tranquilito. Así conformamos el grueso del Pakefte los cuatro ciclistas que haríamos toda la ruta juntos.

Hasta el amanecer el tiempo pasó rápido. Recordé sensaciones de años pasados.  El excitante pedaleo nocturno, el reguero de luces rojas, los destellos de los reflectantes, la incipiente luz del amanecer a nuestra derecha, la Sierra Norte de Guadalajara a la izquierda... y el frío, que a las horas del alba siempre se vuelve especialmente duro y penetrante por estas tierras castellanas (al menos para mí).


Esta foto es del otro Eduardo, sacado desde atrás por Roberto:

Casi todo era igual, excepto la presencia de algunos de mis compañeros, ya que esta vez éramos muchos menos que en otras ocasiones. Seguramente porque la brevet de 300 tiene dos ingredientes que la hacen especialmente desagradable: la "carretera del éxtasis" (los últimos 15 kilómetros antes de Sigüenza),  con un asfalto indigno del siglo en que vivimos, y la llegada a meta atravesando la ciudad de Alcalá de Henares y diversos pueblos vecinos, por carreteras siempre atestadas de tráfico y poco amables para los ciclistas. No obstante, los cuatro ciclistas vestidos de azul "pakefte" representamos dignamente a nuestro grupo, marcando una velocidad bastante constante y siempre muy cerca de las últimas posiciones del grupo, nuestro sitio natural en estas lides. 



Durante muchos kilómetros fuimos jugueteando con el grueso del grupo de Pueblo Nuevo, ciclistas también tranquilos y veteranos. Esta vez la nota musical fue de Agus, que lo mismo ponía a Paco Ibáñez que a Tahures Zurdos, pasando por diversidad de bandas sonoras, música clásica y un poco de flamenco. Para todos los gustos. Llegamos a la conclusión de que la música nos estimulaba en las subidas, pero no me quedó claro si para ir más deprisa o más despacio...

La salida del sol fue el momento que inspiró una de las conversaciones más interesantes del día. Me dio por recordar la teoría de las tormentas solares que supuestamente afectarán al planeta durante el año 2012, y que podrían suponer serios daños para la vida tecnológica tal como la conocemos. Mis compañeros no habían oído hablar de esto, así que se lo comenté someramente, con la promesa de explicárselo mejor mediante enlaces periodísticos o científicos más detallados. Pues bien, ahí van algunos:



Los kilómetros pasaban, y el sol se elevaba despacio hacia el cénit, así que mis compañeros llegaron a la conclusión de que, en cualquier caso, lo mejor era terminar las brevets para poder hacer la París-Brest-París este año, por si acaso en 2016 no se celebrara...


Paramos lo justo y necesario en el primer control de Jadraque, junto con los de Pueblo Nuevo, y continuamos la marcha hacia Atienza, según Antonio el punto más alto de la ruta. Como si después no hubiera que subir más. Craso error.

Poco después del control la temperatura subía, y aproveché el comienzo de uno de los mini puertos para pasar a la manga corta.

En el camino a Atienza nos cruzamos con Roberto y Eduardo, que ya volvían del bucle con sus espectaculares bicicletas reclinadas. Creíamos que nos habían sacado más distancia, pero no era así. Claro que quedaba mucho día, al final llegaron más de dos horas por delante de nosotros.

La parada en Atienza, en la gasolinera, fue bastante breve. Cocacola de máquina y acto seguido a la fuente a repostar.

En el camino a Sigüenza, a partir del kilómetro 100, empecé a notar molestias en el tobillo, que se hacían más intensas progresivamente. Los baches de Sigüenza se me clavaban como cuchillos. La temperatura estaba ascendiendo considerablemente  y el calor empezaba a hacer mella, incrementando el dolor de forma alarmante. 


Esta vez la carretera estaba pintada con una línea discontinua amarilla, como si estuviera en obras, pero seguía botando igual. La subida hasta el collado desde donde se divisaba Sigüenza me fue haciendo descolgarme poco a poco, y llegué bastante mal al pueblo. Me pilló la barrera del paso a nivel y eso me retrasó unos minutos más, lo cual hizo a Agustín volver a buscarme. Me encontró.


El descanso en el parque de Sigüenza fue reparador. La comida y la bebida siempre hacen milagros, pero esta vez hubo un milagro añadido, la pomada "Radiosalil", que me dejó amablemente Antonio, y que hizo desaparecer en gran medida mi dolor de tendón.


Mis compañeros me hicieron observar que quizá llevaba el sillín muy alto, ya que oscilaba mucho al pedalear. Pero lo que me ocurría es que llevaba el pie rígido, para no extenderlo y así evitar que el dolor se incrementara. 

Seguimos pedaleando por terrenos conocidos, con algunas pendientes importantes como la salida de Sigüenza o el puerto de Mirabueno. Desgraciadamente este año no había que pasar por Las Inviernas, donde siempre parábamos en una espectacular fuente de agua fresca. En su lugar, tomamos rumbo a Masegoso de Tajuña y paramos en un bar algo desarbolado. Allí el calor era espectacular, de pleno verano. Todos, incluidos los del Pueblo nuevo, que llegaron casi al mismo tiempo, compramos botellas de agua de 1,5 l. Casi acabamos con las existencias de agua del bar.

El terreno desde Masegoso era favorable. El año pasado rodamos por el valle del Tajuña a un ritmo endiablado, haciendo más de sesenta kilómetros en dos horas. Pero esta vez el viento soplaba en contra y mis fuerzas estaban bastante mermadas. Agustín propuso luchar contra el viento haciendo relevos de un kilómetro. Yo no me veía en condiciones, y les pedí que me dejaran ir a cola. Eduardo hizo un gesto inmediatamente que interpreté como "ponte a mi rueda y a callar". Así lo hice. Durante veinte kilómetros fui cómodamente adosado al grupo, en silencio, mientras ellos hacían todo el trabajo. Esto me permitió recuperarme y a la altura de Valfermoso ya me sentía un poco mejor, con capacidad para ayudar, así que empecé a entrar en los relevos, aunque algo más cortos que los de ellos. Cómo se notaba, apenas superábamos los 26 ó 27 km/h, pero entre todos se llevaba mejor.


Pasamos la espectacular sede de los Hare Krishna y seguimos descendiendo por el valle hasta Armuña de Tajuña, en cuya plaza nos refrescamos y comimos un poco. Yo me permití subirme a la fuente para sumergir mis pies en agua fresca. ¡Qué descanso!
En Aranzueque comienza la última subida importante, hasta Pozo de Guadalajara. Ahí directamente me quedé descolgado y fui subiendo como pude, sabiendo que estábamos cada vez más cerca de meta. Pero no iba bien. Un gel me permitió recuperarme un poco y acabé la subida dignamente.

A falta de treinta kilómetros a meta, Eduardo dijo que tenía hambre y todos celebramos la idea de parar a cenar, aunque nos retrasáramos en la llegada. Es más importante llegar que llegar pronto. Nos entretuvimos más de lo deseable, pero retomamos la marcha mucho más fuertes, ahora con luces y reflectantes. 

A partir de Daganzo la cercanía de la meta nos hizo sacar fuerzas de flaqueza, comandados por un Eduardo pletórico, escoltado por Antonio y Agustín, que subían a toda máquina mientras yo sufría y juraba en hebreo, pegado a duras penas a alguna de sus ruedas. Pero no estaba dispuesto a quedarme atrás, de noche por esas carreteras...

Al final llegamos a Algete casi a las 10 de la noche. Mi segundo 300, mucho más duro que el anterior, y con un montón de aprendizajes para mi incipiente carrera de randonneur...

Al final, según mi GPS, han salido 301 kms con 3100 metros de desnivel acumulado, a 22,6 km/h de velocidad media y más de 10500 calorías consumidas.



Epílogo:

Quiero pedir disculpas a mis compañeros por haber sido algo imprudente al afrontar la prueba sin estar en condiciones físicas adecuadas, ya que de haberme lesionado realmente, los hubiera puesto en un compromiso delicado. Y por supuesto, estoy satisfecho de haber sabido aceptar y agradecer su gesto desprendido, tirando de mí en el Tajuña, lo cual tiene un valor especial porque tradicionalmente ese es mi mejor terreno y es donde ellos hubieran esperado mi ayuda.

Cuando llegué me puse una bolsa de hielo en el pie y llevo un día con antiinflamatorios. Hoy me encuentro bastante mejor, apenas sin dolor. Espero recuperarme y que las conjunciones astrales me permitan participar en el 400 dentro de un mes.

Ver todas las fotos en este enlace:
https://picasaweb.google.com/jj99211/20110409Brevet300?authkey=Gv1sRgCJHCpt7JwqzvEg#


sábado, 9 de abril de 2011

Recibida equipación del Pakefte

[cross post con mi blog de crónicas ciclistas]

¿Qué pasa "biciosos"?

Me llega un aviso del sistema postal de su majestad. Hay un paquete esperando a que vaya a recogerlo en la oficina de correos de Chessington.

¡Que alegría que alboroto!


Se trata de la equipación de Pakefte en su versión maillot azul.



Todo de la marca Spiuk. Todo con pinta de ser de buena calidad. Todo con etiquetas con frases como "ergodry fresh competition fabrics", "IQ seen clearly visible", "Elite men gel cycling pad" y mi favorita "x-static 99.9% pure silver + core fiber [supongo yo que el 0.1%] Pure silver. Pure performance."

Emocionado con tanto "competition", "elite" y "performance" no he podido evitar el probarme la equipación.



¡Tallaje perfecto!

Ya tengo equipación para las grandes ocasiones.

Muchísimas gracias a Paloma por las gestiones.

A cuidarse
Javier Arias González

miércoles, 6 de abril de 2011

Nuestro lema, derecho y obligación

Después de rigurosos estudios científicos, concienzudos análisis de rendimiento, largas observaciones de predicciones meteorológicas, divagaciones pseudofilosóficas y muchos pinchos de tortilla de dudosa calidad, el Pakefte ha venido a postular el PCR (Principio del Cicloturismo Randonneur), sobre el cual se asienta toda una filosofía de vida de la cual pocos se apartan, so amenaza de ser expedientados de manera fulminante por el temido CEP (Comité de Expulsiones del Pakefte).

El PCR se resume en una sola Ley: "Ya sople viento del norte o te derritas bajo el sureño calor, circules en solitario o pedalees acompañado de otros (que también te dejan solo), atravieses el Paraíso o subas a las Zetas, en amigables relevos o traicioneros hachazos, por el llano argandiano o el tajuñero, ante toda circunstancia y en toda situación, tu VELOCIDAD MEDIA ha de ser....


domingo, 3 de abril de 2011

El Pakefte uniformado.

El Pakefte ha estrenado sus galas de verano en una jornada muy concurrida. Con disciplina inusual, todos los miembros del Pakefte aparecían a las 8 de la mañana en Locademia, luciendo el flamante maillot azul...  ¿¿Todos?? ¡¡Noooo!! Roberto, a bordo de su artefacto amarillo, prefiere seguir vistiendo su ropa a juego con la máquina.  "Al fin y al cabo, como voy más bajo, no se me ve tanto". ¿¿Que no se te ve?? Cuando Roberto atraviesa un pueblo no hay peatón que no se percate y no se gire ante el espectáculo de la reclinada. Estamos perdiendo la oportunidad de rentabilizarlo colgándole anuncios publicitarios, podría ser una mina.

Algunas nubes amenazaban al norte, en teoría podría llover en Miraflores. A ratos asomaban tímidos rayos de sol, que todavía no calentaban, ni apenas lo hicieron el resto del día. El grupo se dirigió compacto hacia Colmenar a través del famoso surco del norte. En formación de a dos, entre conversación y conversación, a ritmo constante pero llevadero, se atraviesan los Pastaderos de Colmenar, ahora revestidos de un precioso color verde primaveral. Antes del desvío a Guadalix se acopla a nuestro ritmo algún ciclista madrugador, como nosotros. A esas horas se ve poca estética racerista. Se integra en el grupo un joven que pedalea a buen ritmo con zapatillas de tenis, sudadera y pantalón corto de tela de chándal.
Tras el desvío comienza la subida al Cerro de San Pedro y empezamos a compartir ruta con los primeros raceristas del día. Son unos ciclistas muy amables que saludan dando los buenos días y nos invitan a seguir su rueda. Ante su insistencia, José Manuel y Diego deciden acompañarlos un rato hasta el alto, momento en que se despiden muy cordialmente de ellos.

Antes de entrar en Guadalix nos encontramos con Paloma, a lomos de su flamante Willier blanca y roja, a juego con su chaqueta. Pero en seguida el grupo se divide. Algunos querían hacer 150 kms y otros queríamos volver a casa a comer. El líder va a hacer la ruta larga, pero su poder de convocatoria no es suficiente y un hatajo de despiadados conspiradores deciden alentar la insurrección, haciendo la ruta que estaba prevista oficialmente, en lugar de la disidente. La falta de autoridad del líder le lleva a reconocer que no se presentará a la reelección a menos que reciba la aclamación popular. El candidato oficialista, Pablo, al no haberse presentado a esta ruta, empieza a perder oportunidades. En la sombra algunos maquinan su estrategia para la carrera sucesoria.

El grupo oficial salió rumbo a Navalafuente y Bustarviejo, en un terreno inédito para algunos, que resultó ser un verdadero puerto de montaña. Los que conocían la ubicación del punto de descanso aprovecharon las últimas rampas para dar esquinazo a los que no lo conocíamos y se sentaron en la terracita esperando a ver cuánto éramos capaces de seguir subiendo los demás, antes de percatarnos de que nos habíamos pasado de largo. Cuando sólo había árboles y carretera empezamos a intuir que nos habíamos pasado. Le preguntamos a un señor, que nos dijo que el pueblo ya se había terminado, lo cual era obvio. Tuvimos que volver a bajar; nuestros compañeros habían tenido la deferencia de no empezar a comer hasta que no estuvimos todos en la mesa. El pincho de tortilla en Bustarviejo venía acompañado de un pan exquisito, y además tenía cebolla, lo que automáticamente le otorgaba un piñón más en ausencia del líder saliente. Consenso en la valoración: 4 piñones. 
 
Algunos de los nuestros pensaban subir a Morcuera, pero las rampas hasta Miraflores, con frecuencia superiores al 8%, hicieron mella en el ánimo del grupo y en Bustarviejo ya habíamos decidido que no habría más puertos. Para que José Manuel no protestara mucho, le decimos que aceptamos la vuelta por el Cerro de San Pedro.

A la salida de Bustarviejo coincidimos con un gran grupo de raceristas que nos piden permiso amablemente para ponerse a nuestra rueda, interesándose por la reclinada y los transportines. Nuestros acompañantes decidieron ir pasando por turnos para deleitarse con nuestras maravillas tecnológicas.

En Miraflores giramos a la izquierda para tomar la carretera de Soto, con un asfalto infame, pero propicia para rodar. Bajamos a buena velocidad con dos ciclistas vestidos de la selección española, y nos pasamos el cruce de Guadalix. Al final tampoco habría subida al Cerro. Buje fingió que se había despistado... ¡¡Huy, perdonad, es que con la charla no me había dado cuenta!!
 
En las rampas antes de llegar a Colmenar alcanzamos a un curioso grupo, un ciclista con el maillot de los Lagos y otro con una bici de montaña. Inmediatamente nos ponemos a hacer unos relevos largos muy efectivos, y se ponen a nuestra rueda. El de la bici de montaña lanza hachazos de vez en cuando, pero luego se viene abajo. No nos damos por aludidos. Nuestros relevos funcionan muy bien, bajo el férreo control de Buje, hasta Tres Cantos, momento en que todos empezamos a temer la proximidad del "Mortirolo". El de la bici de montaña, que ya había dado algunos síntomas de inmadurez a pesar de sus canas, ratifica nuestras sospechas haciendo un alarde en la rampa para adelantar a Roberto, levantando los brazos y gritando: "¡¡Te gané!!". A Roberto, Jesús y yo, estupefactos ante el espectáculo, nos dio por reír.

Llegamos a Locademia, donde Diego tenía preparada la sorpresa final, unas cervezas fresquitas en su coche, que compartió con quienes las quisieron. Después, cada mochuelo a su olivo, y a pensar en el 300 de la semana que viene.

martes, 29 de marzo de 2011

300 de Puertollano

Como me pasó en el 200 de Pueblonuevo, este Brevet empezó unos días antes planificando desde qué quería llevar durante la marcha hasta cuántas horas iba a dedicar sí o sí al sueño en los días previos.

En lo primero me ceñí bastante al guión, pero en lo segundo no fui capaz de dormir más de 6 h y media ningún día de la semana previa. Tengo que mejorarlo.

Pero bueno, la aventura empezó de verdad, de verdad el viernes a las 17:30, en Legazpi, donde solemos quedar para salir por el carril de San Martín pero esta vez para montar bicis y ciclistas en dos vehículos motorizados y dirigirnos a Puertollano.

Desde aquí salimos 7 de los 8 miembros del Pakefte que habíamos decidido participar en el 300. Roberto, Josu, Edu, Agus, Buje, David y yo.

Mientras esperábamos a que llegasen el coche y la furgoneta se formó un buen grupo de taxistas, impresionados, una vez más, por la bici de Roberto. Esta vez Josu fue quien dio todas las explicaciones para alivio de Roberto.

Pronto llegó Edu y empezamos a subir las bicis a la baca del coche, Agus había cambiado las bielas y piñones una vez resuelto el problema del eje de pedalier y, afortunadamente, se había dado cuenta de que tenía que cambiar la cadena por una de 9, haberse dado cuenta de eso en pleno brevet... uf, menos mal.

En un momento llegó David con la furgoneta y pudimos meter las otras 4 máquinas, entre ellas la de Roberto que cupo sin desmontar ninguna rueda, impresionante lo bien que caben las bicis ahí y lo cómodamente que se cargan.

Desde ahí dos horas y media largas hasta Puertollano, hablando de bicis, de lo que nos íbamos a encontrar al día siguiente... fingiendo que no tenemos un hormigueo en el estómago...

Gracias al teléfono de última generación de Roberto llegamos sin novedad hasta la pensión donde habíamos reservado, un tanto sórdida pero limpia, y, total, para lo que la íbamos a disfrutar...

La primera sorpresa al llegara Puertollano es que es mucho más grande de lo que nos habíamos imaginado y que tiene muchos más macarras con bakalao a todo volumen en el coche de lo que esperábamos. Circunstancias estas que empezaron a hacernos sentir que dejar las bicis en la furgoneta a dormir no era tan buena idea. Afortunadamente la pensión tenía un garaje en el que guardar las bicis bajo llave, desafortunadamente nos cobraron por ello pero bueno, un sueño tranquilo no tiene precio.

Una vez pagadas las habitaciones, guardadas las bicis y dejadas las mochilas nos acercamos Roberto, David, Josu y yo al restaurante de la pensión en la que iba a dormir Josu y el resto de la expedición. Estaba a un km y medio y, a pesar de las advertencias de quien nos atendió en la pensión, desafiando el peligro, nos acercamos andando, algo que desde su punto de vista era descabellado. En un rato llegamos hasta donde nos esperaban lo demás, incluido Juan que venía desde Sevilla y Reme que le traía la bici desde Alovera. Como nos habíamos retrasado un poco ya habían empezado a cenar lo que nos vino muy bien para escoger del menú lo que nos recomendaban los tempraneros. En mi caso espaguetis y entrecot. Una vez solventada la cena de víspera, volvimos David, Roberto y yo a nuestro alojamiento localizando el bar “la Bomba” de donde partiríamos al día siguiente. El paseo nos vino muy bien para bajar la cena y después de dejar preparado el equipo del día siguiente nos acostamos para estar listos a las 6 de la mañana siguiente con tiempo para inscribirnos y desayunar sin agobios.

A las 6 menos cuarto suena el despertador y David y yo nos ponemos en marcha, en algo más de 15 min estamos listos para ir a recoger las bicicletas, guardar las mochilas en la furgoneta, montar las luces y resto de gadgets en los manillares y acercarnos hasta el bar. Incomprensiblemente no estoy nervioso y sorprendentemente he dormido de un tirón aunque a las 5:25 ya estaba despierto.

Llegamos al bar a la vez que el resto de aguerridos pakefteros y pasamos a hacer la inscripción eligiendo si queremos o no medalla. Yo elijo “Sí”, para eso soy novato, después Edu, líder indiscutible del grupo, nos pide los desayunos a todos y cuando me acerco a la mesa ya está allí mi café esperándome y poco después la tostada con tomate, francamente buena por cierto. Con eso y unos cereales que ha traído Agus llenamos el buche y nos disponemos a salir. Hacemos foto de grupo, cotilleamos las máquinas que llevan los demás y cuando vamos a salir surge un problemilla mecánico que hace que salgamos unos 15 min más tarde. Me encantó este detalle de un grupo de unos ¿40? Ciclistas entre los que nadie puso mala cara por esperar a solucionar el tema. Mucha broma, mucho chascarrillo y, por fin a las siete y cuarto comenzamos a rodar. Se ven pocos transportines pero muchas potencias invertidas, pedales de montaña, alguna bolsa de manillar...

Enseguida advierto que mi cuentakilómetros no marca y un poco después me doy cuenta de por qué. Ayer, al poner la rueda de noche lo hice al revés y el imán está al otro lado, lo mismo que hice en mi primera Bilbao-Bilbao. El ritmo del grupo es bueno pero creo que puedo parar y cogerles así que aviso, paro, doy la vuelta a la rueda y sigo. Roberto se ha quedado a esperarme y enseguida alcanzamos al pelotón sin forzar demasiado.

Está amaneciendo y la estampa de la refinería, con unas lagunas delante de las que se levanta niebla y el sol detrás es entre apocalíptica y arrobadora, rodamos a unos 28-30 km/h y vamos cómodos, Buje nos anunció que esta gente lleva un ritmo algo superior al nuestro pero que 20 km o así iríamos con ellos, hasta que llegase la primera rampa. Aguantamos un poco más pero hacia el km 30 nos quedamos a ritmo Pakeftero y dejamos que se vayan. Durante estos km hemos rodado dispersos por el grupo, hablando con este y con aquel, oyendo comentarios sobre la bici de Roberto de la que no creían que pudiese andar tanto hasta que lo vieron con sus propios ojos...

Yo sigo rodando bien, contento, el día ha salido bueno al final aunque empieza a hacer un pelín de calor, yo prefiero un poco de fresco, que para algunos será un poco de frío y voy pensando que en el control aprovecharé para quitarme las perneras y el cortavientos. También voy pensando que el culo me está molestando un poco y que tiene pinta de que voy a acabar escocido si en el km 60 tengo molestias pero recuerdo que David me ha ofrecido vaselina por la mañana y que es posible que la lleve encima.

Voy siendo disciplinado en comer cada hora y beber, por lo menos, cada 20 min, ya vi en el 200 que beber, comer y regular es fundamental para acabar bien. Aún así en algún momento Agus me tiene que recordar que vaya “piano-piano”.

Desde este punto y sin novedad llegamos hasta el control de Almuradiel a las diez y cuarto donde cumplo todos los planes menos el de desayunar bien, nos sirven una tortilla realmente infame pero David tiene vaselina y aprovecho para quitarme la ropa que me sobra. Se nota mi bisoñez en que entro en el bar sin el carnet de ruta, sellar es lo primero que debe hacer un Randonneur, desayunar es secundario. Me administro vaselina en su sitio correspondiente y rápidamente empiezo a prepararme. Edu nos mete prisa, se nota que los menos experimentados no entendemos todavía lo importante de no perder tiempo en las paradas. El resto del pelotón, los que iban por delante han ido saliendo del control mientras desayunábamos.

Sin tiempo para enfriarnos y tras unos apresurados estiramientos volvemos a rodar. Yo ya voy de corto, aunque conservo los manguitos y hace un día espléndido. Entre conversaciones y algunas risas van cayendo los kilómetros. Pasamos por unas dehesas preciosas con encinas y hierba verde, verde. Ha debido llover bastante. De vez en cuando vemos charcas o lagunas. Para llegar a Puebla del Príncipe encontramos la primera subida digna de tal nombre del día, al llegar arriba reagrupamos y aprovecho para quitarme los manguitos porque ya empieza a hacer calor de verdad y de hecho llego sudando. Al cruzar el pueblo vivimos una escena surrealista, debe acabarse de celebrar un funeral de cuerpo presente y en la puerta de la iglesia está el coche fúnebre, hay gente con cara de circunstancias a ambos lados de la calle pero cuando pasa Roberto sonríen, alguno le jalea, otros se ríen... por un momento me pasa por la cabeza que se va a levantar el muerto a ver qué pasa.

Después de Puebla del Príncipe y antes de llegar al segundo control tenemos la subida más importante del día que tampoco es para tanto pero vuelvo a recibir una lección útil de Edu:

“Fuera complejos, el plato pequeño está para usarse y no gastar fuerzas a lo tonto”, qué razón tiene. Así, con lección aprendida llegamos hasta Santa Cruz de los Cáñamos, segundo punto de sellaje y lugar elegido para comer, kilómetro 143 de ruta y las 13.30h. Al llegar preguntamos a unos lugareños dónde podíamos comer y nos indican un bar del que sospechamos servicios más interesantes y completos que los que nosotros disfrutamos pero donde nos dejan comer lo que llevamos a los que queremos y nos dan bebida a precios de risa, incluso nos venden una coca-cola de 2 litros que sale más barata.

A Roberto incluso le venden unas galletas rancias que sospechamos que estaban allí desde que la chica que hacía el Show Fontaneda dejó el local.

Aquí descubrimos el secreto que los veteranos nos ocultaban a los novatos y que resulta ser el arroz con leche de Danone, todos llevan alguno. Para la próxima queda apuntado.

Una vez llena la panza, en mi caso de ensalada de arroz y rellenos los bidones de agua mineral, por lo visto el agua de la fuente “no la beben ni los del pueblo” salimos de nuevo a la carretera con intención de hacer los siguiente 100km de un tirón porque según Edu “Sólo se para en los controles” La carretera en este tramo tiene cortes y tramos de “Vía Augusta” vamos, de tierra de la que le gusta a Agus para rodar. Eso le da un toque de clásica a la marcha que pronto queda oscurecido por un viento que entra por nuestras 10 y que Roberto anuncia que será más o menos fuerte y que no nos dejará en 5 horas... como sabe el del parapente, clavó la predicción.

Ensayamos relevos pero sólo cabemos de tres en tres en el arcén y no conseguimos quitarnos del todo el aire, al parecer el único que sabe era Agus que se acurruca a mi lado y dice que va en la gloria.

Aquí, comienza, en torno al km 175 mi crisis personal, flojera, pocas ganas de comer aunque me fuerzo y un dolor intenso en las plantas de los pies, como una sensación de llevar los pies recocidos. La verdad es que agradezco a Agus la conversación que me dio y a Juan el consejo de centrarme en una meta cercana.

En primer lugar decido no mirar el cuentakilómetros en una hora y en el segundo, cuando empiezan a oírse voces disidentes hablando de parar en Valdepeñas, km 194, decido concentrarme en llegar hasta allí, lo hacemos a las 16.25h y paramos en una gasolinera de la salida del pueblo. Allí me descalzo, me bebo un Aquarius y me como dos huesitos que me llaman poderosamente cuando 5 minutos antes la idea de comer cualquier cosa de las que llevo me daba asco y en 15 minutos de parada me quedo nuevo. Es impresionante lo que puede hacer parar un momento, estirar un poco y cambiar el chip. Lo malo es que se me rompe uno de los enganches de la alforja al tratar de enderezarla y lo bueno que Buje me deja un pulpito con el que resuelvo el problema.

Al salir de allí y tras rodar unos km Juan de pronto me da la enhorabuena, no entiendo por qué, pero rápidamente me dice que hemos pasado el km 200 y que ya estoy en récord personal. A Buje le hizo gracia y me siguió dando la enhorabuena en varias ocasiones. Así, entre bromas y tertulia llegamos hasta Almagro, pero para hacerlo tenemos que usar unos 8 km de autovía con señal de prohibido bicis, los del cc Puertollano nos lo habían avisado y por allí nos metemos hasta la primera salida que es la de Almagro donde nos espera un regalo en forma de pinchazo de Edu. Agus y yo aprovechamos lo que tarda en arreglarlo, que es muy poco, pera tumbarnos un rato en unos bancos y es una inyección de vida alucinante, estamos en el km 229 y tenemos el último control a 15 km, en Pozuelo de Calatrava donde nos espera Reme que nos graba en un vídeo que debe ser épico con un resucitado Juan en cabeza. En este tramo hago la tontería del día, nos pasa un paisano en un ciclomotor que a duras penas nos adelanta y Edu salta detrás de él, según nos dijo convencido de que “ Alguno de estos pica” ese soy yo que intento hacer un entrenamiento tras moto, Roberto también lo intenta pero pronto abandonamos y volvemos al grupo.

En Pozuelo, km 243, 19.45h hacemos una parada reglamentaria con sellaje y merienda. Yo me como un bocata de queso que me sabe a gloria y un plátano de los que nos ha traído Reme además de una gominola ultra energética que lleva Buje, el sol esta comenzando a caer y con él la velocidad del viento como había pronosticado Roberto, el descanso, el fresco y la tregua del viento nos dan alas y salimos de Pozuelo como si estuviésemos empezando la ruta, con las luces traseras y el ánimo encendidos “sólo” quedan 57 km y la cosa empieza a parecer que se puede terminar. Descubro accidentalmente el secreto que guardaban los veteranos para la siguiente y es llevar un frontal que permita consultar cuentakm y gps de noche pero esa me la sabía y había llevado uno.

En una subida noto que necesito activarme y poner a trabajar el corazón y me lanzo a plato a por David y Roberto que estaban por delante como habían ido la mayor parte del día, no estoy seguro de que no sea una imprudencia pero la verdad es que me sienta muy bien y me sirve para despertarme. En poco rato comenzamos a encender las luces porque ya está cerrándose la noche y rodar adquiere un toque mágico que yo nunca había experimentado. Es cierto que he probado a rodar de noche por la casa de campo, pero hacerlo en carretera y en grupo es distinto, se oyen grillos, ranas, perros... Pronto las torres de la refinería de Puertollano empiezan a dejarse ver intermitentemente pero lo cierto es que el camino pica hacia arriba durante unos veinte km y a algunos se les está atragantando esta ¿última? Subida. El ritmo baja un poco y rodamos más o menos juntos y haciendo paradas de reagrupamiento cada poco tiempo.

Tras una rotonda en la que nos reagrupamos y una en la que no, entramos en Puertollano pero perdemos a David y Josu que se han quedado atrás, después de una espera infructuosa y una conversación telefónica en la que no nos entendemos bien nos llaman diciendo que están ya al lado del bar “La bomba” y que nos esperaban para llegar juntos.

Allí llegamos y comienzan los abrazos y las felicitaciones, entregamos los carnets de ruta y cenamos para enfrentar las dos horas largas de vuelta. Primero sale el coche de Edu y los de la furgo nos lo tomamos con más calma. Josu se duerme nada más sentarse y David y Roberto se turnan para conducir. Infinitas gracias a los dos, yo intenté mantener una conversación fluida con los conductores pero lo cierto es que cabeceé bastante.

Alrededor de las 4 de la mañana entro con la bici en casa, con los ojos rojos de sueño y una sonrisa de oreja a oreja.

Lecciones aprendidas en este Brevet:

- Alimentándote, bebiendo y regulando se puede llegar lejos, muy lejos

- El arroz con leche es una buena idea, no se me olvidaré en la próxima

- Marcarte metas cercanas y pensar sólo en lo siguiente permite superar crisis.

- Diga lo que diga el tiempo lleva un bote pequeño de crema solar, no pesa mucho y en marzo te puedes quemar mucho con el sol.

- El plato pequeño es de inteligentes, no de globeros (al menos en los brevets)


Las fotos de esta entrada son de Roberto Fernández

El perfil y la ruta que han compartido los compañeros del CC Puertollano se puede ver aquí