lunes, 22 de diciembre de 2014

El solsticio de invierno


Coincidiendo con el solsticio de invierno, es tradición de algunos clubes hacer la ruta "De Sol a Sol", que comienza con la salida del sol y acaba, como no puede ser de otra manera, al anochecer.

El Pakefte también tiene esta tradición, añadiendo que el punto de salida se sitúa en la misma Puerta del Sol de Madrid, y en esta ocasión quisimos salir hacia el Oeste, siguiendo al sol.

Pasamos por lugares tan bonitos como Robledo de Chavela, el puerto de la Cruz Verde o el Monasterio del Escorial. Después de tomar diferentes decisiones a lo largo de la ruta, fuimos a caer a Collado Mediano, donde tomamos el tren de vuelta a Madrid, cuando el sol se estaba escondiendo. 

Misión cumplida.








Album con todas las fotos:

https://plus.google.com/photos/107800590932972178412/albums/6095572208092134145 

jueves, 24 de julio de 2014

Crónica de la brevet de 1000 km Algete-Cea-Burgos-Soria-Algete

A base de participar en brevets uno va adquiriendo experiencia e introduciendo pequeñas rutinas y costumbres con las que se siente mayor confianza. Vamos perdiendo el miedo a las largas distancias, pero esto tiene un grave riesgo, ya que a veces podemos subestimar la dificultad de la empresa y la "tensión" que debemos mantener para asegurarnos de que podremos superarla. Recuerdo cómo afronté con bastante miedo el que fue mi primer reto ciclista de larga distancia, aquella aventura solitaria de Covadonga a Madrid después de participar en la marcha de los Lagos 2012. Ahora, con mucha más experiencia, me hacen gracia algunas de las preocupaciones de entonces. Parece mentira lo que se puede aprender en sólo dos años.




La Brevet de 1000 km organizada por el Grupo Deportivo Ciclista Pueblo Nuevo estaba en mi agenda de pruebas interesantes para esta temporada, con vistas a prepararme para la París-Brest-París 2015, pero no era ni mucho menos el objetivo principal en 2014. Cuando tuve que cancelar mi participación en la Quebrantahuesos por razones imprevistas y a los pocos días suspendieron también la prueba que iba a ser el plato fuerte de mi temporada, las 24 horas Ultracycling, me quedé un poco huérfano de objetivos, y la Brevet de 1000 km se convirtió en la prueba de mayor envergadura a la que me iba a enfrentar este año. No haber pensado demasiado en ella me mantuvo tranquilo, pero de repente, apenas una semana antes, empecé a tomar conciencia del formidable reto que iba a afrontar el jueves 10 de Julio. 

Si se compara con una Superbrevet típica, de 1200 km, la distancia de 1000 km no es nada despreciable, con el inconveniente añadido de que en una brevet "normal" como iba a ser esta, no existen los apoyos de la Organización, por no hablar del número de participantes, que en estas distancias tiende a ser muy reducido, lo cual puede convertir esta prueba en una aventura solitaria y muy difícil. En otras super brevets más multitudinarias, como la París-Brest-París, la distancia es algo mayor (1200 km), pero al contar con muchos participantes y una "organización" más estructurada, con controles y sitios ya habilitados para comer y dormir, parece que la empresa es un poco más fácil, al menos en lo que se refiere a logística.



Disponíamos de un límite de 75 horas para completar el trayecto. La salida sería el jueves 10 de Julio a las 20 h desde el Polideportivo de Algete. Debíamos llegar a meta antes de las 23 h del domingo 13 de Julio.

Tenía la intención de realizar toda la brevet con Marcin y pensábamos unirnos a alguno de los grupos intermedios, sabiendo que en el club Pueblo Nuevo siempre hay un grupo de ciclistas (al que llamamos cariñosamente "el grupo de Emilio") que suele cerrar la prueba, rodando con tranquilidad y generosidad, siempre dispuestos a ayudar a todo el mundo.

Antes de salir descubrí que mi GPS de repuesto, el Garmin eTrex Legend que me acompaña siempre, especialmente en pruebas largas, no era capaz de encontrar satélites. Se había averiado ese mismo día. Por suerte, llevaba también mi GPS "principal", un Edge 705 que tiene el inconveniente de una menor autonomía, puesto que se alimenta con una batería interna y no permite instalarle pilas. Sólo tiene una autonomía de 14 horas, lo que equivale a una brevet de 200 ó 300, pero no más. Por este motivo, en las pruebas largas de temporadas anteriores siempre había prescindido de él, como en el caso de la Londres-Edimburgo-Londres 2013, en la que sólo llevé el Garmin Legend antiguo. Pero este año quise comenzar la temporada mejor preparado y adquirí una rueda delantera con dinamo de buje, para poder alimentar las luces y los dispositivos electrónicos en marcha. La probé con éxito en las anteriores brevets, sobre todo en el 400 de Yepes, con lo cual ya tenía ciertas garantías de que podía alimentar el GPS durante toda la ruta, pero ahora tenía por delante más del doble de distancia. Tampoco tenía mucha confianza en este GPS porque a veces, en rutas muy largas, se me había quedado colgado. No empezaba la brevet con mucha confianza, pero bueno, en caso de emergencia, siempre podría tirar de los mapas en papel o del teléfono móvil.




El pelotón empezó a rodar compacto, con apenas 23 ciclistas. Algunos se fueron por delante, intentando hacer una brevet más rápida, pero la mayoría optamos por ser conservadores y nos agrupamos para rodar todos juntos, al menos durante la noche. A eso de las 12 de la noche llegábamos a Jadraque, donde nos cerraron un par de bares en las narices. Por suerte encontramos un pequeño establecimiento en una calle estrecha junto al Ayuntamiento, donde pudimos sellar y reponer fuerzas. Marcin y yo salimos por delante del grupo, tratando de ir haciendo camino y poder rodar más relajados. Nos internamos en la noche castellana, camino de Atienza. La temperatura iba bajando progresivamente. A pocos kilómetros de Atienza nos alcanzó el grupo principal. Me integré en el grupo y cuando tomamos el desvío a Atienza me di cuenta de que Marcin no estaba. Llegamos al restaurante y a los pocos minutos apareció en la distancia. 


Me dijo que había tenido una grave avería. Se le rompió un radio y la rueda se descentró tanto que rozaba continuamente con el cuadro. Se trataba de una rueda moderna, con pocos radios planos, de esas que los expertos randonneurs nunca recomiendan. A mí ya me ocurrió algo parecido en la brevet de 300 de Yepes, y por ese motivo había considerado fundamental disponer de una rueda de 32 radios o más para este tipo de pruebas, en la cual la rotura de uno solo no se convierta en una avería sin remedio.

Salvo milagro, Marcin no podría continuar. Sin embargo, no se dió por vencido. Joaquín, del Pueblo Nuevo, llevaba varios radios de diferentes longitudes, y había alguien con cierta habilidad mecánica. El problema es que tenían que desmontar la rueda por completo, incluido el cassette de piñones, montar el radio, centrar la rueda... Demasiado trabajo para hacerlo a las 2 de la madrugada. Mis conocimientos de mecánica no alcanzan a saber reparar ese tipo de averías, por lo que no podía ayudarle. En un momento dado, el grupo que yo consideraba más afín a mis intereses, con Paco González, estaba dispuesto a salir. Por desgracia habían sufrido otra baja, ya que Rafa Cortegana estaba lesionado y había decidido quedarse en Atienza. Me despedí de Marcin y continué la ruta con mi nueva grupeta, que ya sería definitiva hasta la meta.


Destacaba la presencia en el grupo de Manuel Morente, uno de los más expertos randonneurs en España, que acababa de participar en la extremadamente dura Al-Andalus 2014. En esta ocasión venía con intenciones muy conservadoras, para acompañar a su pareja Bea. Yo ya había estado en un par de brevets este año con Bea, por lo que sabía que tenía un nivel asimilable al mío. Era una oportunidad extraordinaria para compartir ruta con alguien tan experto y tan fuerte como Manuel. También estaba Manuel Burgos, que venía de hacer la Titan Desert (durísima prueba de ciclismo de montaña en el norte de Africa) y dos auténticos veteranos del club Pueblo Nuevo, con un nivel muy contrastado, como Paco González, quien había realizado pocas semanas antes la Grediana, terrible prueba con más de 10000 metros de desnivel, y Juan Coca (que firma como Charly Gaul, un veterano e impresionante ciclista, al que jamás se ve cansado, y que siempre tiene un saludo, una broma o un chascarrillo que contar, repartiendo buen humor para todo el mundo). Completaba la grupeta Fernando Ferrer, un ciclista de Castellón al que se veía muy fuerte, pero relativamente novato en las largas distancias, ya que venía de hacer carreras a pie, hasta que empezó con la bicicleta por una lesión. Con ciertos temores de no estar a la altura, me uní a ellos y nos internamos en la fría noche castellana, camino del Burgo de Osma. El viento soplaba con fuerza del Noreste y ese tramo se nos hizo larguísimo.

A las 6:30 h comenzaba a amanecer en el Burgo de Osma, en el km 183 de ruta. Nos dirigimos a una gasolinera en las afueras, ateridos de frío, y tras sellar me sorprendí a mí mismo intentando encontrar algo de calor en... !las ranuras de ventilación del congelador de los helados! Nos tomamos un café con leche calentito y proseguimos la marcha, girando ligeramente en dirección Noroeste, por lo que el viento tendría una componente más lateral desde ese momento. Hasta Aranda de Duero nos llevaba una desagradable carretera saturada de tráfico, con grandes camiones que nos pasaban a toda velocidad, no siempre a la distancia que nos parecería prudencial. Nos pusimos a rodar en fila india, casi siempre comandados por Manuel Morente, que había sido nuestro gran apoyo, especialmente en los duros tramos de viento.


En Aranda de Duero, pese a que no había control de sellaje, decidimos parar a desayunar para despejarnos un poco. Fernando pensaba que eran demasiadas paradas, y decidió seguir adelante. 

El sueño nos atacaba a ratos. Llevábamos 15 horas rodando, sin dormir en toda la noche, y el viento y el frío de la madrugada nos habían dejado muy mermados. Las horas intermedias del día se me pasaron como en una nebulosa, pero íbamos haciendo camino y pronto nos encontramos en una zona de carreteras más tranquilas, con algunas subidas no demasiado duras, pasando sucesivamente los valles de los ríos Esgueva y Pisuerga. En Tórtoles de Esgueva nos reencontramos con Fernando y con otro par de ciclistas que se habían ido por delante. Sellamos rápido en el control y continuamos camino de Frómista, donde paramos a comer en un restaurante que nos dio la vida, pese a que no había control.


El cansancio y el sueño hacía mella en nosotros. Durante la comida algunos dijeron que nuestro objetivo inicial, hacer 505 km hasta Herrera de Pisuerga, comenzaba a estar en serio riesgo. Íbamos algo retrasados con respecto al plan, lo que hizo a muchos plantearse la posibilidad de descartar el alojamiento que habíamos previsto, y buscar otro en un punto más cercano, como Sahagún, en el km 400. Intenté mantener la cabeza fría. El grupo era muy apropiado para seguir rodando con ellos, pero si parábamos tan pronto estaríamos en riesgo de no poder cumplir con los tiempos. El horario máximo de sellado en Herrera de Pisuerga eran las 6:00 h de la mañana. No me cuadraba la posibilidad de parar a dormir a falta de 80 km para Herrera, y tener que salir a rodar... a las 2 de la madrugada!! En esos momentos yo no era ni mucho menos el ciclista más entero del grupo, de hecho había venido sufriendo y me había rezagado en algunos puntos, pero mi intención era seguir el plan previsto, aunque nos retrasáramos y llegáramos al alojamiento más tarde, porque al día siguiente tendríamos más margen sobre los tiempos de los siguientes controles. Íbamos por el segundo plato y todo apuntaba a la posibilidad de que tendría que seguir rodando solo y de noche a partir de Cea. Esa posibilidad no me apetecía mucho, porque sabía que entre Saldaña y Herrera me esperaban 50 kilómetros de entorno hostil, en medio de los bosques del norte de Palencia, sin apenas núcleos habitados. Hice un último sondeo y encontré el apoyo de Fernando y Manuel Burgos, que se decidieron a venirse conmigo. Me sentí un poco más arropado.

Salimos de Frómista convencidos de que el grupo se dividiría. Pero la comida siempre obra efectos reparadores en las maltrechas piernas de los randonneurs. El viento dejó de soplar y el grupo se fue animando hasta que pronto todos desecharon la idea de parar en Sahagún. El camino hasta Cea se hizo mucho más rápido de lo esperado. Habíamos cubierto 420 km en menos de 24 horas.



Cea era un hito psicológico. Ahora tendríamos que volver sobre nuestros pasos hasta Sahagún, y después tomar camino de Saldaña. Desgraciadamente no todo iba a ser felicidad. El viento volvió a soplar, al principio tímidamente, pero cada vez con más fuerza desde el Noreste, convirtiendo los últimos 50 kilómetros en un auténtico suplicio. En Saldaña cruzamos el río Carrión y comenzamos a subir un pequeño puerto con fortísimas rampas (o al menos eso nos parecieron), que nos llevaron a una zona elevada y ondulada, donde nos anocheció en medio de preciosos bosques e inmensos pinares. Por más que rodábamos no veíamos el final de la jornada. Veíamos varios núcleos iluminados en el horizonte, pero seguíamos rodando, los pasábamos y ninguno de ellos era Herrera. Finalmente alcanzamos nuestro objetivo casi a las 11 de la noche. Por suerte el restaurante estaba todavía abierto, porque estaban celebrando una comida de grupo, y pudimos disfrutar de un reparador menú con pasta y filete de ternera. También nos prepararon unas bolsas de picnic con un bocadillo y un plátano, porque a la mañana siguiente no habría nada abierto para desayunar.


El sábado 12 de Julio a las 4:30 h estábamos en la puerta del hostal, con ánimos renovados y dispuestos a comenzar la segunda jornada de pedaleo. Rodamos de manera bastante agradable esos primeros kilómetros hasta que las primeras luces del día trajeron la típica "inversión térmica", ese momento en que se producen las mínimas temperaturas del día, en que nos encontramos destemplados y cada parada se convierte en una inmensa tiritona. Si esto, además, ocurre en pleno Burgos, la sensación de frío insoportable es terrible. Estaba haciendo la goma, no me sentía nada bien. Paramos a desayunar en un sitio típico de peregrinos del camino de Santiago, donde me comí un inmenso sandwich con bacon, huevo frito y no sé cuántas cosas más. Me sentí muy recuperado, pero ese día notaba que iba un poco peor que los demás, quedándome rezagado en cada subida.


Nos dirigíamos a Soria, ya con casi 600 kilómetros recorridos, y sabíamos que teníamos que afrontar la zona más montañosa de la ruta. Aún no habíamos abandonado la provincia de Burgos cuando volvimos a parar para tomar un tentempié en Salas de los Infantes, en un bar que nos impresionó por la cantidad de tapas y el movimiento de clientes que tenía, todos consumiendo alegremente, pese a no ser demasiado grande ni estar en la calle principal. Comenzamos la subida hacia Duruelo de la Sierra, dejando atrás la provincia de Burgos para internarnos en Soria. 

Llegamos al control de Duruelo de la Sierra, en el kilómetro 667, antes de las 14 h., lo que nos venía perfecto para comer. Después del frío que habíamos pasado en la madrugada, ahora venía el calor, lo que nos hizo parar demasiado tiempo, casi dos horas. Manuel aprovechó para reparar un par de pinchazos que llevaba en sus cámaras.

Estábamos en las estribaciones de la sierra de Urbión, y el paisaje era precioso. Frondosos pinares y preciosas praderas lo llenaban todo. En Vinuesa bordeamos el embalse de la Cuerda del Pozo, antes de afrontar el "coco" de las subidas de esta brevet, el puerto del Royo, a más de 1200 metros de altitud. En este punto me adelanté al grupo aprovechando alguna parada, con la intención de que no tuvieran que esperarme, pero el calor me estaba sentando bien, haciendo gala de mi origen andaluz. Conseguí subir el puerto de manera bastante solvente, y después esperé un poco hasta que volvimos a reagruparnos todos, camino de Tera. Seguíamos rodando en dirección Este, en el último tramo que teníamos que superar antes de girar bruscamente hacia el sur, momento en que comenzaríamos a disfrutar del viento favorable.

Los últimos kilómetros del día fueron muy suaves. Sellamos en Gómara y llegamos a Almazán, en el kilómetro 800, antes de las 21 h, lo que nos permitió cenar tranquilamente e irnos a dormir.

Habíamos quedado en salir a las 4:30 h de la madrugada el domingo, pero no conseguimos salir hasta las 4:45 h. Sólo nos quedaban 200 kilómetros este día, así que podíamos disfrutarlos como si fuera la última jornada del Tour de Francia entrando a los Campos Elíseos. Nada más salir de Almazán subimos al páramo de los Altos de Barahona, lo que nos permitió entrar en calor, pero poco duró la alegría porque con las primeras luces del alba vino el terrible frío castellano, que nos alcanzó en las rectas entre Imón y Sigüenza. Ansiosos por desayunar y entrar en calor, llegamos a una espectacular churrería en Sigüenza, donde dimos buena cuenta del café con churros y unos suculentos trozos de pizza, que nos sentaron estupendamente.  No dejaba de ser pintoresco ver un grupo de ciclistas a las 7 de la mañana en un pueblo que estaba en plenas fiestas medievales. En la puerta de la churrería había un considerable grupo de jóvenes, algunos ataviados con ropas de época, que no daban crédito a lo que veían. Influidos por los excesos etílicos, algunos se reían, otros hacían comentarios "técnicos" sobre nuestras bicicletas, otros nos animaban cuando supieron lo que llevábamos y cuál era nuestro objetivo. De repente, uno de los jóvenes reparó en el maillot de mi club, C.D. Ciclocubín, y dijo con un acento marcadamente castellano: "¡Coño, ese es mi pueblo!". Pensé que me estaba tomando el pelo, y le pregunté alguna cosilla sobre Castillo de Locubín. No sólo no le resultó extraña, sino que me dio más detalles sobre un sitio en el que había pasado muchos veranos de su vida, ya que sus padres habían salido del pueblo en los años 60, aquella época del éxodo masivo de andaluces hacia diferentes puntos de España. El chaval era aficionado a la escalada y hablamos del precioso Nacimiento del Río San Juan, donde han instalado hace poco una vía ferrata, y de otros parajes de la Sierra Sur de Jaén. Me hizo ilusión encontrar gente con raíces comunes en un punto tan lejano, y me sentí orgulloso de llevar el nombre de mi pueblo en el maillot.


Los últimos 150 kilómetros ya eran terreno conocido. Una vez superado el escollo de Masegoso, sólo quedaba bajar por el valle del Tajuña, que estaba precioso, iluminado por las luces de la mañana como no lo había visto nunca. Allí nos encontramos con el bueno de Santy Mozos, el conocidísimo ciclista de ultrafondo, que había salido de Algete por la mañana para venir a nuestro encuentro. En Pozo de Guadalajara también se unió a la comitiva otro buen amigo, Rafa Cortegana, y así todos juntos hicimos los últimos kilómetros hasta Algete, donde entramos eufóricos, con algo más de 1000 kilómetros en las piernas, en un total de 68 horas de ruta. Para mí, un resultado extraordinario.





En la siguiente tabla puede verse un resumen numérico aproximado de la distribución de tiempos durante la ruta.

FECHA ETAPAORIGENFINALDISTANCIAASCENSOSALIDALLEGADATIEMPO RUTATIEMPO PARADASCENA Y SUEÑOTIEMPO TOTALVELOCIDAD MEDIA NETAVELOCIDAD MEDIA BRUTA
10/07/14AlgeteHerrera de Pisuerga505 km3.202 m20:1522:3021:5304:2206:1533:0023,10 km19,42 km
12/07/14Herrera de PisuergaAlmazán298 km1.600 m05:1521:0012:5002:5507:3023:3023,30 km18,63 km
13/07/14AlmazánAlgete210 km1.492 m04:4516:0009:4801:2700:0011:3021,50 km17,50 km













TOTALES

1.013 km6.294 m

44:31:0009:55:0013:45:0068:00:0022,80 km18,42 km



jueves, 26 de junio de 2014

Crónica de mi primer brevet de 600 km

He terminado mi primer brevet de 600 km organizado por el club ciclista Pueblo Nuevo. Ha sido una experiencia dura en general, pero no he llegado muy asfixiado. Todavía tenía fuerzas para quedarme en el bar del polideportivos con gente de brevet tomando cafés y cervezas.

Empezamos a rodas a las 20 horas del viernes. Con un viento a favor, que nos llevó rápidamente a Jadraque, el primer control. Hice una parada muy breve y salí solo dirección Atienza (hasta aquí iba más o menos con todo el mundo). En Atienza lo mismo, unos minutos de descanso y seguí. En este momento me junté con Cesar, por no ir solo por la noche. 

La noche la pasé muy bien. Apenas tenía sueño y por primera vez disfruté de circular por la noche.

Llegamos a muy buen ritmo hasta Quintanar de la Sierra, km 245, el segundo control del brevet. Ya era de día. Había ya un bar abierto (a pesar de la hora, las 7 de la mañana), donde sellamos. Como anécdota, algunos sellaron en la gasolinera (para no subir al pueblo) y en el sello ponía Alcobendas, donde estaba registrada la empresa.

De Quintanar hasta Tera (km 310) fue para mi la parte más espectacular de la ruta. Pasamos por Sierra de Urbión (más bien por el sur de su cordillera). El terreno es muy frondoso y reverdecido. La carretera pasa entre pinares y pastos verdes, en parte siguiendo el Duero y rodeando el embalse de Cuerda de Pozo. Había bastante llaneo, pero también algún puertecillo, para cambiar de valle. Me quedé encantado con la zona.

Desde Tera hasta Gómara (km 360) kilómetros tranquilos. Perfíl bastante llano, calor.

En Gómara comí del menú. En el brevet de 400 comer de caliente me resucitó y quería hacer lo mismo en este brevet, aunque tuviera que dedicar más tiempo.

Partiendo de Gómara empezó el calvario. El viento se volvió en contra y además soplaba muy fuerte (diría que fueron las rachas más fuertes en los brevets de esta temporada). Iba solo y muy, muy despacio. Estaba agotado. Para subir cualquier cuesta tenía que poner el plato pequeño y el piñón de 28 (combinación reservada para los puertos). El camino se me hacía eterno e interminable. Me llegaron las dudas de si iba a ser capaz de terminar el brevet.

De alguna manera me arrastré hasta Sigüenza (km 454), donde tenía reservado el alojamiento. Llegué a las 20 y según mi planificación pude dormir hasta la 1:30 (lo que cumplí a rajatabla :)).

La segunda jornada comenzó a las dos de la noche. Nunca pensé que cinco horas de sueño podían renovar tanto el estado físico y anímico. El viento se calmó. Con las fuerzas recuperadas llegué a Masegoso (km 491), donde dormían los de Pueblo Nuevo. 

Desde allí fue todo muy fácil. El valle de Tajuña lo hice volando, debido al frío que hacía, así entraba en calor. Con la luz de día y los primeros rayos de sol subí a Pozo. Eran las siete y pico. Me sobraba tiempo, así que desayuné tranquilamente en Anchuelo.

Bajando desde Gurugú me alcanzaron los de Pueblo Nuevo. Con ellos fuí hasta Algete, donde llegamos sobre las 9:45. Todavía nos quedamos en el bar del polideportivo tomando cafés y cervezas y comentando las jugadas del fin de semana.

Cosas varias

  • Gracias a Juan y Javier por sus artículos sobre que llevar en un brevet largo. Me vinieron de perlas.
  • Ropa. A pesar de llevar mi chubasquero de toda la vida y leer las previsiones de tiempo, hay que tener en cuenta el factor Tajuña. Lo de frío en Soria tontería, allí la noche me parecía calurosa. Pero entre Masegoso y Pozo pasé mucho frío.
    Lo de llevar una muda de ropa limpia creo que no tiene importancia para mi. Con el culot y mallot sucio iba igual de bien (soy un guarrete, jajajaja).
  • Planificación. +1000 para mi mismo. Hasta ahora no me había hecho falta. Hasta el brevet de 400 era suficiente para mi tirar pa'lante sin exagerar. En este brevet añadí a la hoja de ruta los tiempos de paso asumiendo una media de 19 km/h. La media incluía las paradas. Llegaba a los sitios antes del tiempo previsto, acumulando tiempo-capital para descansos más largos e sucesos imprevistos. Me lo gasté en un buen desayuno en Quintanar, la comida en Gómara y el paso de tortuga entre Gómara y Sigüenza.
  • Comida. En ningún brevet comí tan mal. Tortilla seca, bollería del día anterior. Mala pata con los bares (aunque tampoco podía elegir mucho).

    Acerté con la comida que llevaba (3 bocadillos gordos de pan casero de centeno). Me los guardaba para la noches.
  • Mecánica. Todos los problemas mecánicos se van a exagerar durante la marcha. Sospechaba que el piñón libre estaba roto, pero no estaba seguro y quería que el problema se "definiera". Se definió en los últimos 100 kilómetros; a veces tuve que girar las bielas 2-3 veces hasta que la rueda cogiera pulso. Por suerte el piñón aguantó hasta el final.
  • Equipamiento. El consejo de llevar una luz adicional es muy importante. Llevaba un foco de pilas y una frontal. La frontal utilizaba en las paradas y en un momento puntual cuando se me acabaron las pilas en el foco. Encendí la frontal y seguía, sin que tuviera que pararme.

    Tuve problemas con el GPS. Del que me fío totalmente y apenas miro los mapas. En el tramo soriano (nuevo para mi), el GPS empezó a apagarse. Encendido, aguantaba unos segundos y otra vez pantalla negra. Lo que hice fue desactivar la grabación del track y ayudó: el cacharro funcionó hasta el final.
    Para el próximo brevet, prepararé mapas en papel, utilizando mi sistema de hojas - fascículos. Tengo un atlas de carreteras viejo y arranco las hojas que necesito. Marco la ruta con un lápiz o un rotulador-marcador. Un atlas viejo se puede adquirir por unos 3-5 euros en las librerías con saldos.

    Brevet 400 km - Yepes



    Viernes 13 de Junio de 2014, 22 h. A esa hora teníamos una cita en la Plaza Mayor de Yepes, de donde partiría esta brevet, para mí inédita. Hace sólo unas semanas había venido al mismo sitio para realizar la de 300 km, que había recorrido el Oeste de la región, rodeando el parque nacional de Cabañeros. En esta ocasión tomaríamos rumbo al Este, camino de Cuenca, para girar después hacia el norte, hacia el valle del Tajuña en la provincia de Guadalajara, cruzando un trozo de Madrid para volver de nuevo a Yepes, en la provincia de Toledo.

    La distancia de 400 km, según algunos, es la más dura de la larga distancia, porque se suele hacer sin parada para dormir. Hay quien prefiere empezar temprano, mientras que a otros les gusta más salir por la noche y avanzar el camino con el frescor de la madrugada. Yo todavía no tengo claro cuál de las dos alternativas es mejor.

    Nos dimos cita apenas una quincena de ciclistas, y aunque no lo comentamos a la salida, todos teníamos claro que convenía rodar agrupados, al menos durante la noche, y después del desayuno cada uno cogería su tren. El Pakefte estuvo representado por Agustín y un servidor, José, y decidimos que intentaríamos hacerla juntos aunque pensábamos dejar que el grupo se marchara por delante al amanecer.

    El plan se cumplió bastante a rajatabla. Sellamos en Tarancón después de la medianoche, en un bar de copas donde los clientes habían estado viendo el partido de fútbol de la selección española, primera debacle del campeonato del mundo. El ambiente era de tristeza y desolación. Al vernos llegar vestidos de ciclistas, con luces y reflectantes, causamos sensación entre la clientela. Algunos se quedaron bastante sorprendidos al conocer nuestros planes.

    La ruta nocturna continuó bajo una luna preciosa y un viento en contra que se fue incrementando a medida que nos acercábamos a Cuenca, al paso por el alto de Cabrejas. Llegamos a Cuenca a una hora en que todo estaba cerrado.


    La subida de vuelta al alto de Cabrejas fue un suplicio para mí. Me empecé a sentir justo de fuerzas, destemplado por el frío del amanecer, y me quedé el último. La parada técnica para abrigarme en el alto me dejó definitivamente rezagado. Agustín se quedó conmigo en el descenso, y unos kilómetros más tarde alcanzamos a Ivan, el ciclista de Azuqueca. Así formamos un terceto bastante bien avenido. Redujimos un poco nuestra velocidad de crucero para ir haciendo acopio de fuerzas, consensuando la renuncia a alcanzar al grupo delantero hasta Meta.

    Sin embargo, al llegar a Huete encontramos de nuevo al grupo, parado en la carretera de entrada, porque la mayoría quería desayunar pero no parecía que hubiera ningún sitio abierto. Eran las 7 de la mañana. Nos dijeron que dos de los ciclistas, que eran los que más habían ido tirando del grupo, se habían ido por delante, por lo que se tomarían el resto de la ruta más tranquilos. Estábamos más o menos a mitad de camino. Nosotros les dijimos que, aun así, preferíamos ir tranquilamente por detrás. Fueron a desayunar al centro del pueblo, pero nosotros tres nos quedamos en una cafetería de las afueras. Hicimos una parada bastante larga y relajada, ya convencidos de que iríamos a nuestro ritmo. 

    El desayuno me sentó muy bien. El sueño, que me había castigado en los kilómetros previos, desapareció por completo, y las fuerzas regresaron a mis piernas. Con energías renovadas, Iván, Agustín y yo emprendimos camino hacia el norte. En ese momento no sabíamos dónde estaba el resto de la grupeta, pero unos 20 kilómetros más tarde, lo que quedaba de ella apareció por detrás y nos alcanzó. De nuevo éramos una decena de ciclistas pedaleando juntos, camino de Pastrana. Habían tenido mala suerte con el desayuno. A diferencia de nuestra cafetería, donde nosotros habíamos tomado unas ricas tostadas, la del centro del pueblo sólo tenía bollería industrial bastante pobre. En Pastrana paramos para hacer un segundo desayuno y realizar típicas actividades logísticas, quitarnos ropa de abrigo, etc... En mi caso, me cambié camiseta y maillot por sendas prendas secas, con lo cual me sentí verdaderamente renovado. Agustín también aprovechó para regenerarse echándose una buena siesta en la acera.

    El terreno restante era más complicado de lo que cualquiera puede pensar, a lo que contribuían los más de 250 kilómetros que llevábamos en las piernas. Sin embargo, me sentí bien en la subida desde Pastrana. Después bajamos al valle del Tajuña, tan conocido por las brevets que organiza el club Pueblo Nuevo, y nos encontramos con uno de los platos fuertes del día, las inacabables rampas de subida hacia Horche, para mí inéditas. Un sol de justicia nos recibió en Horche a la hora del aperitivo. La plaza estaba llena de gente y nos costó encontrar un sitio donde sellar, porque no todos los establecimientos tenían sello, y los que lo tenían, no especificaba el nombre del pueblo.

    Decidimos seguir hasta Tielmes, donde reservamos en el restaurante de la piscina municipal, para hacer una comida y descanso más largos. Los 40 kilómetros desde Pozo de Guadalajara a Tielmes se hicieron monótonos, en silencio. Todos estábamos deseando llegar a la comida. El calor era asfixiante, y como íbamos bien de tiempo, algunos decidieron dormir un rato. Estuvimos parados unas dos horas. Nos daba pereza volver a salir a pedalear al sol, pero finalmente sacamos fuerzas de flaqueza para afrontar los últimos 50 kilómetros de ruta. En las subidas de Valdelaguna y Aranjuez  el grupo iba completamente disperso, a lo que contribuyó aún más el postrero pinchazo de Agus en las últimas cuestas antes de alcanzar el altiplano de Yepes. No se sabe como, el bueno de Agustín se empeñó en llegar el último, y casi lo habría conseguido si no fuera por el esprint inverso que hicimos a la entrada de Yepes, en el que yo conseguí entrar por detrás, cerrando el grupo y dando por finalizada esta brevet casi a las 20 h, después de 17 horas y media de pedaleo efectivo.

    Muy bonita brevet, en la que hemos recorrido cinco provincias y llegado a las estribaciones del Sistema Ibérico, pasando de un valle a otro por las cuencas de los ríos Guadiana, Júcar y Tajo.



    lunes, 2 de junio de 2014

    Crónica de la Brevet de 300 km - Algete - 31 de Mayo de 2014

    Esta es la videocrónica de mi Brevet de 300 km del pasado sábado:




    Se lo debía hace tiempo al bueno de José María Benayas, uno de los históricos del ciclismo de ultrafondo en España, que siempre hace gala de su pueblo y organiza una serie de brevets saliendo desde allí para recorrer diversos parajes de la no tan conocida "llanura(?)" manchega.

    Así que nos presentamos en el Bar Sol a las 6:30 h. de la mañana mi compañero Buje y yo mismo, incluso antes de que llegara el propio Benayas. Ambiente familiar y acogedor, sin ningún tipo de presión para afrontar una brevet en la que el principal problema podía estar en la previsión de viento del noreste, que nos haría mucho daño en el tramo de vuelta.





    Un minuto de silencio en la plaza de Yepes para recordar a Arcadio Díaz, ciclista cuya memoria da nombre a esta brevet, pequeño aplauso de guantes sordos y se da la salida oficial. Comenzamos a rodar en un grupo bastante compacto, en posiciones intermedias, formado por unos 12 ciclistas. Algunos salieron más rápido y otros se quedaron en un grupo más tranquilo, un poco por detrás.





    Los kilómetros pasaron volando, nunca mejor dicho, a una velocidad superior a los 31 km/h de media durante el primer tercio de la ruta, empujados por el viento a favor. Así llegamos, casi sin darnos cuenta, a las estribaciones del Parque Nacional de Cabañeros. Tráfico muy tranquilo y buen tiempo, aunque algo frío porque el viento era de componente norte-noreste. 




    Tras una pequeña subida, nos dejamos caer al interior del Parque Nacional y llegamos a Horcajo de los Montes, con dos horas de adelanto sobre el horario -bastante conservador- que Buje y yo nos habíamos marcado. Yo estaba muy contento de circular con ese grupo, porque la compañía de una rueda buena siempre es de gran ayuda, y ese era el caso. 

    Buje tenía sus dudas, pero aceptó seguir con el grupo, al menos hasta la hora de la comida. Una vez en la cara Sur del Parque Nacional, comenzábamos a tomar dirección Noreste, y ahora empezábamos a darnos cuenta de que, efectivamente, hacía bastante viento. Pero todavía estábamos por encima de los 30 km/h de media.

    Llegamos a comer a Pueblonuevo del Bullaque con casi tres horas de adelanto sobre nuestro horario previsto, por lo que decidimos parar tranquilamente y tomarnos con calma el resto de la ruta. 

    En ese punto afrontaríamos los dos puertos de la jornada, la cuesta de la Toledana y el Comendador, bajando al valle de los Cortijos entre ambos puertos. A la salida de Los Cortijos nos separamos del grupo para ir un poco más tranquilos, y en ese momento hizo acto de presencia la mala suerte. 

    Se me rompió un radio de la rueda trasera, que se quedó completamente descentrada, rozando con el puente de freno e incluso la cubierta rozaba con la vaina lateral del cuadro. Buje me ayudó a conseguir que la rueda pudiera rodar un poco, aunque para ello tuve que desconectar completamente el freno. Esto me obligó a tomarme el resto de la ruta con demasiadas precauciones, pero lo peor estaba hecho. El viento en contra haría de freno a partir de ese punto.

    Los últimos 80 km discurrieron sin mayor novedad. Las precauciones fueron dando paso a la tranquilidad de que parecía que podría acabar la ruta, y aunque el viento seguía soplando, la gran ventaja acumulada que llevábamos nos permitió terminar con luz diurna (aunque numerosos relámpagos nos rodeaban en diversos puntos del horizonte). Nos libramos de la tormenta y llegamos sanos y salvos a Yepes, con una velocidad media de 26 km/h, menos de 12 horas pedaleando y menos de 2 horas de paradas totales. Una brevet de libro, incluso superando la avería mecánica. Más no se puede pedir.




    lunes, 28 de abril de 2014

    Brevet de 300 km - Algete




    Una vez más nos dimos cita en Algete a las 6:00 AM, en esta ocasión para hacer la Brevet de 300 km de este año. Cada brevet es diferente aunque estemos tan acostumbrados a circular por casi las mismas carreteras, fundamentalmente en la provincia de Guadalajara, ideales para el discurrir de este tipo de pruebas. Por fin nos olvidamos del viejo asfalto de la carretera entre Atienza y Sigüenza, que fue reparado el año pasado, pero muchas cosas siguen igual, como el desagradable tráfico en la zona de Alcalá de Henares a la vuelta.

    También se echó de menos la presencia de muchos compañeros del Pakefte, que últimamente no se prodigan tanto como antes por estas brevets.

    En esta ocasión algunos quisimos ir un poco más deprisa de lo habitual, y empezamos a un ritmo algo alto, sobre todo Miguel, Marcin y Jose. Sebas se quedó en un grupo algo más tranquilo, pero después se fue por delante y afrontó una durísima brevet prácticamente en solitario.





    Marcin decidió ser autosuficiente y experimentar con su grado de resistencia, por lo que hizo el recorrido prácticamente solo todo el tiempo. Miguel y Jose se fueron por delante, rodando a buen ritmo hasta Atienza. A partir de mediodía se fue incrementando el viento del suroeste, que convertiría el regreso en un auténtico suplicio, mitigado por la buena organización de un buen grupo de ciclistas, que fuimos relevando durante 60 km, con muy buena organización.

    Entre Armuña y Aranzueque seguimos haciendo relevos, pero algo más desorganizados, y el ritmo se rompió definitivamente en la subida a Pozo de Guadalajara, donde cada uno fue a su ritmo y yo constaté que los kilómetros y el viento habían hecho mella en mis piernas, por lo que subí con las últimas unidades. Nos reagrupamos arriba para afrontar los últimos kilómetros juntos, temiendo el siempre complicado paso por la ciudad de Alcalá de Henares, rumbo a nuestra meta de Algete.

    Una brevet muy táctica.


    A continuación, el vídeo de la jornada: